El desempleo en Estados Unidos afecta en este momento a una gran parte de su población, tan solo en la última semana, 6.6 millones de sus ciudadanos se sumaron a las filas de las personas sin trabajo, haciendo su solicitud para contar con la ayuda que su gobierno les dispensa. La estadística por supuesto no incluye a los mexicanos que laboraban en empresas, comercios y hogares en su territorio, y que también se han visto afectados por el cese de actividades en la Unión Americana a fin de contener la peor epidemia global en lo que va de este siglo.

Esos más de 6 millones de nuevos desempleados constituyen un nuevo récord histórico que viene a duplicar a los poco más de 3 millones de norteamericanos que habían presentado solicitud de ayuda apenas una semana atrás. Demasiado lejos también ha quedado lo que hasta antes de la pandemia constituía el máximo histórico de desempleo registrado en Estados Unidos a raíz de la crisis de 2009, cuando en una sola semana se recibieron 665 mil solicitudes de apoyo económico.

Entre las primeras afectaciones directas que México tendrá sin duda será un drástico descenso en el flujo de remesas que envían los mexicanos de aquel lado de la frontera, que aún el año pasado alcanzaron un monto de más de 34 mil milones de dólares. Otro fuerte golpe se reflejará en el turismo proveniente de Estados Unidos, cuyos viajeros —6 de cada 10— tradicionalmente escogían nuestro país como destino de vacaciones, y cuya ausencia, más allá de la que se registre durante el periodo de contingencia sanitaria, se hará sentir en los años próximos en que se echará de menos esa importante derrama económica sobre la industria turística mexicana, tan dependiente principalmente de los viajeros estadounidenses.

El desempleo en Estados Unidos va a repercutir en México indudablemente, pues viene a cortar el buen flujo de remesas enviadas por los paisanos que trabajan en la Unión Americana. Seguramente muchos se van a quedar sin empleo y sin posibilidad de acceder a un seguro de desempleo, ya que carecen de seguridad social. No es de dudar que muchos de ellos, sin posibilidad de trabajar aunque sea de manera informal y ante un clima hostil por la cada vez más agresiva política antimigratoria norteamericana, tal vez consideren retornar al país, donde las condiciones no son precisamente mejores que al norte de la frontera y donde tampoco habrá capacidad de absorber su fuerza de trabajo. Irremediablemente lo que pase del otro lado de la frontera, termina afectando la vida de México.

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