En México no es extraño que alguna persona salga a trabajar o deje un momento su casa y no regrese nunca más. Para quienes sufren de la desaparición de un ser querido comienza una cruzada a la que poco a poco se van sumando otras personas que se encuentran en la misma situación. Sin apoyo oficial, con escasos recursos, comienza una búsqueda que puede durar años.

La creencia extendida es que los grupos del crimen organizado son los responsables de esos casos, pero un diagnóstico realizado por más de 160 colectivos en 27 estados de la República, que han documentado más de 2 mil casos de desaparición con nombres y rostros, señala que los principales perpetradores son agentes de policías municipales, estatales y también integrantes de las Fuerzas Armadas. Esta información fue proporcionada al Comité contra la Desaparición Forzada de las Naciones Unidas (ONU) en su primera visita a México. La desaparición forzada es cualquier forma de privación de libertad realizada por agentes del Estado y su posterior negación.

Que las policías estatales y municipales encabecen los reportes no resulta raro, pues la mayoría de estas corporaciones se encuentran con frecuencia infiltradas por –o al servicio de– la delincuencia organizada. Además de que buena parte de ellas padecen falta de capacitación y de equipo, y han quedado al final de toda estrategia de seguridad pública, de acuerdo con estudios realizados por especialistas en el tema.

Si en la última década todos los elementos de las corporaciones policiacas locales hubieran sido objeto de evaluaciones periódicas y recibido capacitación constante, así como equipo adecuado y salarios decorosos, es altamente probable que hoy no se estuviera hablando de su involucramiento en desapariciones o de sus vínculos con el crimen organizado.

Precisamente por ese olvido y falta de apoyo en que se encuentran los policías, es que las madres de desaparecidos han adoptado ahora una estrategia singular: se reúnen con agentes policiacos estatales y municipales para dar testimonios de lo que significa que un ser querido desaparezca sin dejar rastro con el fin de generar sensibilización en ellos para que –al menos– no se sigan presentando más desapariciones.

El Estado tiene el poder para resolver este tipo de problemas ocasionados desde su interior, pero eso no basta. También se requiere voluntad, la cual la mayor de las veces no se ve.