La ausencia de varios jefes de Estado a la cita de Los Ángeles marca un descalabro diplomático para la administración de Joe Biden, cuyo país es el anfitrión de esta más reciente edición del máximo encuentro hemisférico de este lado del planeta.

Posiciones encontradas han surgido en torno de esta IX Cumbre de las Américas, entre las que destacan la adhesión de varios jefes de gobierno latinoamericanos a la protesta iniciada por el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, por considerar que una reunión continental que discrimine a países que forman parte del concierto americano —por mucho que se aduzcan razones prodemocráticas y de protección a los derechos humanos—, desacredita los objetivos para los que la Organización de Estados Americanos fue creada en 1948 y cuya primera normativa es procurar la unión regional.

Por ello es que como protesta, el mandatario mexicano declinó participar del encuentro y su postura fue secundada por algunos de sus homólogos.

Sin embargo, este impasse ha servido para traer a los reflectores una idea que viene rondando de tiempo atrás y que el gobierno mexicano externó públicamente en agosto del año pasado: desaparecer a la OEA y crear un nuevo organismo que esté libre de injerencias e intereses o, en su defecto, que sus funciones actuales sean absorbidas por algún otra instancia ya existente, como la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), creada en 2010 bajo los auspicios del gobierno mexicano.

El desprestigio de la OEA es un hecho innegable, pero pretender eliminarla o sustituirla por la CELAC u otro organismo regional a semejanza de la Unión Europea, es visto por los analistas como una misión inviable que no tiene sentido ni fundamento en este momento, pues como dice uno de los especialistas consultados por este diario, la UE fue creada para evitar nuevas dictaduras en Europa, por lo que sería un contrasentido forjar un nuevo organismo pensado en consentir a las dictaduras americanas, ya que uno de sus objetivos primordiales fue la consolidación de la democracia en el continente.

Por lo anterior lo más deseable sería mejor reformular los objetivos de la OEA y reformar su estructura y carta de principios, y conjurar hasta donde sea posible cualquier dejo de intervencionismo y de apego a los dictados de Washington, como ha sido siempre la queja constante.