Finalmente y seguramente tras mucho sopesarlo, para el ministro presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, se impuso la decisión más sensata que pueda tomar: el concluir su mandato en los tiempos en que estaba planeado, al concluir su periodo el último día de 2022.

El del magistrado Zaldívar sin duda constituye un acto de valentía, de pundonor frente al poder y finalmente de respeto a lo que establecen los marcos legales y constitucionales, donde se han impuesto los principios, valores y convicciones a los privilegios que se le ofrecían. Y aunque con su renuncia a extender su plazo al frente de la Corte, y con ello, abstenerse de ayudar al presidente López Obrador a consolidar el proyecto de la Cuarta Transformación, como era la intención detrás de la prolongación del mandato, Zaldívar anuncia que en lo que resta de su gestión, emprenderá una limpia a fondo en el Poder Judicial de la Federación (PJF) para restituirle su credibilidad e imagen ante los mexicanos.

Arturo Zaldívar dice que va a combatir la corrupción, el nepotismo y el acoso sexual que han manchado al Poder Judicial -y que llevaron a que el presidente López Obrador se refiriera a éste como 'podrido'-, pero de entrada necesita darle una nueva cara, que ha quedado muy sucia tras las confrontaciones en su interior y los roces que ha sostenido con el propio mandatario de la República.

La decisión tomada por Zaldívar por declinar una posible ampliación de mandato fue bien recibida en diversos sectores de la vida política nacional, quienes alabaron que así se restituya la constitucionalidad interna del Poder Judicial y se garantice la viabilidad de la democracia, así como permite conjurar el riesgo de injerencia de un poder político sobre otro, que hubiera afectado el equilibrio de poderes del Estado.

Aunque no se ve fácil la tarea para el ministro presidente de la Suprema Corte, no se debe descuidar tampoco la batalla contra la corrupción, los malos manejos y las pugnas internas en el Poder Judicial, al que debe restituir el decoro de días pasados y borrar la imagen que se le ha dado de estar integrado por personas que solo obedecen a sus intereses particulares o de terceros y no a los de la Nación. Asimismo, en el problema del Tribunal electoral, debe buscar que sus miembros concilien para restablecer el equilibrio a su interior porque se trata de un órgano muy importante al tener la función de calificar las elecciones cuando son impugnadas.