Aún no se seca la tinta con la que el Presidente suscribió con todos los gobernadores de la República el Acuerdo Nacional por la Democracia, pacto por el cual obtuvo su compromiso de no intervenir en alguna forma en las elecciones del 6 de junio próximo, y ahora el mandatario parece echar por la borda tales negociaciones al hacer fuertes declaraciones contra el Instituto Nacional Electoral (INE).

Tras conocer que el organismo electoral ha frenado a los morenistas Félix Salgado y Raúl Morón en sus candidaturas a los gobiernos de Guerrero y Michoacán, por irregularidades que afectan su participación en los comicios, el mandatario acusó al INE de pisotear a la democracia simplemente por hacer que se cumpla lo que dicta la ley electoral.

El mandatario insistió en la idea del complot que ya argumentó en el pasado, y por el cual habría “en realidad” una perversa alianza del INE con sus adversarios para debilitar a su partido en la contienda por las urnas.

Lo llamó “juego sucio y antidemocrático”, y al INE le dio el calificativo de “Supremo poder conservador, que decide sobre las candidaturas y elige quién sí y quién no participa”. Incluso comparó la situación actual en la que se desacredita a los candidatos de su partido, con el desafuero que se le aplicó a él para que no pudiera participar en la elección presidencial de 2006.

Para el Presidente sus fuertes declaraciones no constituyen a su parecer una intromisión en el proceso electoral, sino simplemente el hecho de poder expresar su opinión por lo que él ve como la intención del INE de aplicar ahora sí la ley, cuando antes no lo hacía.

Pero para exconsejeros presidentes del organismo que antes se conocía como IFE, consultados por EL UNIVERSAL, indudablemente el jefe del Ejecutivo con sus acusaciones no hace mas que enrarecer, polarizar, desacreditar y debilitar a la institución que en sexenios anteriores se le respetó su papel de árbitro, pero ahora no solo se le acusa de ser parcial, sino de ser quien en realidad discrimina entre contendientes.

Con su discurso, el presidente López Obrador mina a la institución que hizo posible que él mismo llegara a la Presidencia y desacredita ante la opinión pública una lucha de décadas para garantizar su autonomía.

El sistema electoral mexicano, con las imperfecciones que pueda tener, ha sido reconocido en el mundo y varias naciones lo han tomado como ejemplo a seguir, por lo que desacreditarlo no hace más que generar ruido en el mayor ejercicio de una sociedad democrática que son las elecciones, por lo que ahora cabría preguntarse ¿quién daña más a la democracia?

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