Ante el inminente regreso a las clases presenciales, que implicarán la vuelta de más de 25 millones de estudiantes de los tres niveles de educación básica en el país, se han alzado diversas voces para advertir del riesgo sanitario que corren no solo alumnos y maestros, sino la sociedad en su conjunto en un momento en que la pandemia de Covid-19 se encuentra aún en el pico de la tercera ola y que son precisamente los niños y adolescentes en edad escolar la población que aún se encuentra fuera de los programas de vacunación.

Además, una porción importante de las instalaciones educativas no se encuentran en condiciones para su reapertura, ya sea por falta de mantenimiento o por haber sido objeto de saqueo o afectación por fenómenos meteorológicos.

Escuelas vandalizadas, saqueadas hasta dejarlas incluso sin excusados o despojadas de su material didáctico. Algunas sin siquiera suministros esenciales como agua o electricidad, mientras que en otras hasta plagas o fauna nociva se han encontrado.

Ese es el escenario que en buena parte de la República Mexicana van a encontrar los maestros y alumnos que regresen a las clases presenciales este 30 de agosto.

En gran parte de los planteles han tenido que ser los padres de familia y algunos maestros los encargados de restaurar o habilitar las instalaciones tras más de un año sin actividades, poniendo de su bolsillo para la compra de artículos de limpieza y de abastecimiento para garantizar que las clases se reanuden en un ambiente sanitizado en medio de la tercera ola de la pandemia.

No se rechaza el retorno a clases. Es necesario, pero quizá no es el mejor momento cuando las cifras de contagios de la tercera ola siguen elevadas (este martes más de 18 mil casos y 943 muertes).

Además, los planteles deben reunir un mínimo de condiciones sanitarias y de infraestructura. Este diario presentó la semana pasada un escenario de abandono en varios planteles del Estado de México que demuestran que se está aún lejos de emprender la vuelta a la normalidad en el plano educativo.

No basta decir con que el retorno es “llueva, truene o relampaguee”; es necesario ver las condiciones de los planteles y la situación de la pandemia en cada región. Analizar si no habría que esperar un poco más antes de retomar los cursos y, como señalan los expertos, agregar más precauciones —como pruebas diagnósticas— para garantizar hasta donde sea posible que las escuelas no se convertirán en el epicentro de una eventual cuarta ola de contagios.