Se dijo que la liberación de los precios de la gasolina y otros combustibles se instauraba como una medida para estimular la competencia entre expendedores y para que así la oferta y la demanda se encargaran de establecer los precios, supuestamente en beneficio de los consumidores finales, como lo aseguraba la administración federal anterior al anunciar esto como parte de la reforma energética promulgada hace casi tres años. Con ello, se dieron por concluidos los denominados “gasolinazos”, que hasta antes de la salida del gobierno en el control del precio de estos productos, se caracterizaron por un leve pero progresivo incremento que se aplicaba de tanto en tanto para que el consumidor no lo resintiera tan bruscamente.

La liberación de precios se instauró para permitir la entrada de varios productores y comercializadores de gasolinas al mercado mexicano, que hasta hace poco era monopolio exclusivo de la paraestatal Petróleos Mexicanos, y en su momento se dijo que tenía dos objetivos: permitir la libre competencia entre diversas marcas (y con ello ofrecer versatilidad y variabilidad de productos a los mexicanos), y dejar que Pemex se concentrara de manera más intensa en la búsqueda y extracción de petróleo y sus derivados, dejando la tarea de comercializar los combustibles y regular los precios en otras manos.

Un estudio presentado por la empresa PETROIntelligence sobre hábitos del consumidor mexicano de gasolina y diésel, refiere que los propietarios de los 36 millones de vehículos que se mueven en todo el país con esos combustibles, es la cercanía con la estación de servicio y no el mejor precio lo que los lleva a optar entre una u otra marca. Otro factor importante que incide en la compra y, como puede resultar lógico, es la necesidad cuando el tanque está a punto de quedar vacío, lo que refleja a su vez que los mexicanos no somos previsores o disciplinados en este sentido, lo que merma no sólo nuestra oportunidad de adquirir gasolinas de mejor calidad o precio, sino que afecta directamente en el rendimiento y la vida útil de los motores.

Las quejas son frecuentes por los denominados gasolinazos pero en los hechos el consumidor prefiere su comodidad por encima de la oportunidad de adquirir el combustible con un mejor precio, lo que parece una contradicción cuando sus mayores reclamos son por el costo de los insumos de la vida diaria.

Al mexicano aún le falta mucho entrenamiento y comprensión acerca de las reglas que dominan sobre el libre mercado y entender que él puede incidir sobre éste al llevar a los expendedores a entrar en competencia por ganar clientes, y con ello bajar sus precios en beneficio de todos.

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