Sin un plan que considere la vacunación entre menores de 18 años, cualquier intento por retomar el ciclo escolar con clases presenciales no puede parecer más que condenado al fracaso y seguro foco de contagio que podría aumentar la posibilidad de nuevas y más severas olas de impacto de la pandemia entre toda la población.

El retorno a las aulas anunciado para agosto próximo y el justificarlo en la creencia de que el virus no es tan severo entre niños y adolescentes, se antoja como una idea sin planeación ni estudio de por medio que garantice un retorno seguro a las escuelas.

Los intentos por retomar la actividad escolar han estado sembrados de contradicciones y posiciones encontradas. Hace poco más de un mes se dijo que ya estaba todo listo para el regreso a las aulas y que el retorno se haría de manera escalonada y con los salones a la mitad de su capacidad para mantener la sana distancia entre los alumnos, dividido cada grupo en dos secciones y alternándose la asistencia.

Luego, ante la presión de grupos de padres de familia y de la opinión pública, el discurso dio un giro y se dijo que el regreso sería voluntario y que podría asistir el menor cuyos padres consintieran en enviarlo a tomar clases, y que no se sancionaría a quienes consideraran que no fuera oportuno llevar a sus hijos a los centros escolares.

Sin embargo, a unos cuantos días de retomadas las actividades en las escuelas, comenzaron a surgir por aquí y por allá casos de estudiantes con Covid-19, lo que llevó a cancelar el plan de regreso a la normalidad educativa emprendido.

Pedagógicamente, si se intentara una vez más hacer el regreso a clases, no habría estabilidad porque con uno o dos casos de contagio que se detecten —lo que es más que probable que ocurra—, las autoridades están obligadas a cerrar el plantel donde se haya reportado la presencia del virus. Con ello se truncaría cualquier intento por cumplir con los programas de enseñanza y se rompería el ciclo escolar.

En sentido opuesto, cierto es que hay una gran necesidad de regresar a las aulas, pues con las clases a distancia se hizo evidente que es muy difícil conseguir la misma atención por parte de los estudiantes, en especial de los más chicos, que la que se obtiene de manera presencial.

Con más de un año para el alumnado nacional de no poner un pie en un salón de clases, la pandemia ha cobrado también su cuota de desastre en el ámbito educativo, produciendo un lamentable retraso en el aprendizaje de varias generaciones, quienes aún con las clases a distancia, no conseguirán el mismo aprovechamiento que hubieran obtenido de manera regular, pero cualquier regreso se tiene que hacer de manera razonada y calculada.