Mientras en otras latitudes del planeta se ve a las clases medias como el motor y cerebro de las sociedades, las que marcan el rumbo a seguir en dirección hacia el progreso y el bienestar social, al ser asiento con frecuencia de la intelectualidad y la politización; en nuestro país se les señala, descalifica y margina de los planes gubernamentales.

Y si en algún momento a América Latina se le llegó a ver como una especie de clase media mundial, México es un país en el que el 41% de los hogares se clasifican como clase media, misma que algunos han señalado como en proceso de extinción al ampliarse rápidamente la porción de la población en estatus de pobreza y pobreza extrema, como consecuencia de un esquema de gobierno que reparte dádivas al tiempo que niega o descuida el apoyo a los sectores productivos.

Esta división queda manifiesta en un país cuyo norte destaca por su empuje empresarial, mismo que ha conformado una amplia base de clases medias y medias-altas, y en donde las elecciones fueron ganadas por partidos que hoy son la oposición al oficialista Morena.

En el centro del país los seguidores del Presidente y su partido se indignaron por imágenes en las que, tras la votación del domingo pasado, se mostraba la conformación del voto político en la Ciudad de México con una partición a la mitad de su mapa territorial.

En las redes sociales comenzaron a circular imágenes y memes en los que se comparaba a la Ciudad de México, dividida en dos mitades, una azul y otra roja, con el Berlín de la Segunda Guerra Mundial, y muchos de ellos sugiriendo la construcción de un muro para separar ambas partes.

Si bien son de reprochar tales comparaciones, de la misma manera nada ayuda un Presidente que estigmatiza a las clases medias, criticando en especial las aspiraciones de superación de quienes han buscado ampliar su educación con licenciaturas, posgrados y doctorados, etiquetándolos como gente privilegiada, egoísta y conservadora, pero a la que reconoce como muy difícil de convencer de las bondades del proyecto de la Cuarta Transformación.

Según el discurso presidencial, las clases medias ya no son las sociedades despabiladas y conscientes de sus derechos gracias a su educación y aspiraciones, ahora son una deplorable porción de la población que no vive el sueño de las clases pobres y el anhelo de la instauración del paraíso del proletariado. Y tal vez por ello, el gobierno hace lo posible por bajarlas de su pedestal e incorporarlas al segmento del pueblo pobre pero bueno y sabio, cuando lo que en realidad hace falta es unidad, igualdad y sobre todo bienestar.