Las imágenes que hoy presenta EL UNIVERSAL describen la tensión que se vive en la localidad de Pantelhó, Chiapas: militares en las calles, con armas de grueso calibre, listos para el combate. Una región que enfrentaba problemas sociales y de propiedad de la tierra se suma a la lista de poblaciones acechadas por el crimen organizado.

La situación comenzó a descomponerse hace una semana cuando integrantes de un grupo armado conocido como Los Ciriles irrumpieron violentamente en Pantelhó, donde colocaron retenes y cortaron la electricidad.

Testimonios de los pobladores refieren que los sujetos armados ingresaron en viviendas para llevarse a varios hombres. Organismos defensores de derechos humanos estimaron en 2 mil el número de indígenas tzotziles que abandonaron sus hogares por esa situación.

Un operativo militar y de la policía estatal, para disuadir a quienes instalaron los retenes, terminó mal para quienes participaron en él. Tres soldados y seis agentes policiacos fueron emboscados y resultaron con heridas graves.

Poco después de ese hecho, el grupo armado que opera en la zona robó fusiles, una ametralladora, 2 mil 850 cartuchos, fornituras, mochilas, así como chalecos antibalas a elementos de la Guardia Nacional y del Ejército.

A lo anterior se agregó la aparición de un grupo de autodefensas denominado El Machete –conformado por indígenas tzotziles–, presuntamente para combatir el crimen organizado y a grupos caciquiles que se han dedicado al asesinato y despojo de tierras.

En este ambiente enrarecido se incluye también el asesinato de Simón Pedro Pérez López, integrante de la organización civil Las Abejas.

Pero el punto de mayor preocupación es la revelación de que un vehículo que transportaba explosivos estalló hace unos días en la población causando la muerte de tres personas.

Esta serie de hechos en una zona que se suponía libre de violencia del crimen organizado es una muestra de que los grupos delictivos continúan desafiando a autoridades de los tres niveles de gobierno, que usualmente responden tarde o no actúan, quedando sobre ellas la sospecha de colusión, como denuncian algunas organizaciones en Pantelhó.

El arribo de militares a la zona busca recuperar la gobernabilidad extraviada, pero al mismo tiempo es evidencia de que al país tiene amplias regiones donde faltan la calma y la tranquilidad, aunque desde el gobierno federal se diga lo contrario.