Con el agua al cuello se está en cuestión epidemiológica en la Zona Metropolitana del Valle de México, con una segunda ola de contagios de Covid-19 que está a un paso de alcanzar el pico de la pandemia de mayo pasado, cuando la demanda de enfermos rebasó la ocupación de 6 mil camas en las instalaciones hospitalarias destinadas a su atención y se requirió la reconversión de 117 hospitales y clínicas.

En el escenario actual están todos los factores para imponer nuevamente el semáforo rojo. Si se quiere evitar el regreso a esa fase, es prioritario —al menos— ampliar y garantizar la cobertura médica, a fin de eliminar el angustioso viacrucis al que se ven hoy sometidas las familias con uno o más de sus miembros contagiados de Covid, para encontrar un lugar donde atenderse.

El gobierno capitalino ha dicho que irá en esa dirección, pues al incrementar la capacidad hospitalaria se ganará terreno a la demanda de atención médica por nuevos contagios. El Estado menos que nadie desea restablecer o endurecer el confinamiento, por los riesgos inherentes que conlleva para la actividad económica.

Si la autoridad decide no declarar el rojo por cuestiones económicas, que resultan válidas, es urgente que garantice entonces la atención hospitalaria y no cese de llamar a la población a conocer y acatar las medidas de protección sanitaria, lo que incluye dar el ejemplo y aplicarlas también para sí mismos.

Y en ese sentido fue el mensaje del pasado lunes de la OMS, que pidió seriedad a México en el manejo de la pandemia, refiriéndose en específico a la falta de promoción del uso del cubrebocas entre la clase política y a su reiterada desestimación hacia la efectividad de tal accesorio.

Fue un mensaje contundente para que los mexicanos nos sigamos cuidando, para que también los líderes políticos comprendan que por su posición son necesariamente ejemplos a seguir y que deben dar el ejemplo de que necesitan cuidarse y no exponerse innecesariamente a contagios o ser parte de la cadena de transmisión.

Está bien que algunos de estos personajes visibles de la política se justifiquen diciendo que dicho cuidado se trata de un aspecto que se restringe a su esfera personal, pero parece olvidárseles que en esa esfera entra también su familia y su círculo inmediato de colaboradores, y que todos, en conjunto, son asimismo parte de la sociedad y, por tanto, hay con ella un compromiso tácito de ayudar para no ser parte de la cadena de contagios. En todos está el evitar la saturación de los servicios y la indeseable vuelta al rojo.

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