Las advertencias lanzadas por la Organización de las Naciones Unidas, a través de su secretario general de la ONU, António Guterres, son por lo demás desalentadoras pero constituyen un último llamado para prevenir un escenario de catástrofe que el mundo todavía está a tiempo de conjurar con acciones conjuntas entre los gobiernos de todas las naciones y sus habitantes.

El funcionario pidió redoblar esfuerzos toda vez que los emprendidos actualmente han sido insuficientes y han llevado a exceder los 2 grados de temperatura global puestos como el límite para que no se desencadenara un cambio climático a escala planetaria y en la que el calentamiento, para mediados de este siglo y según la tendencia observada actualmente, llevará a un ascenso de hasta 2.7°C en la temperatura promedio de la Tierra, lo cual se traducirá no solo en fenómenos climatológicos cada vez más extremos, sino sobre todo en afectaciones a la agricultura y la ganadería, que a su vez se reflejarán en hambrunas y conflictos por la posesión de los recursos vitales.

Pese a las evidencias palpables por todos los rincones del planeta de que el cambio climático es ya una realidad, y de los continuos llamados hacia posibles soluciones a emprender de inmediato, algunos gobiernos, el nuestro incluido, se resisten a modificar sus hábitos de consumo energético o a parar los ecocidios y la devastación de la naturaleza que se efectúan en nombre del progreso o de las necesidades de la humanidad.

El Acuerdo de París de 2015, en el que México participó como signatario, establecía como última apuesta la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero como medida para frenar y revertir el calentamiento de la atmósfera terrestre.

Pero da la impresión de que no se están tomando en cuenta las advertencias de que aun es posible parar el cambio climático, que se manifiesta ya en forma de sequías prolongadas seguidas de tormentas copiosas y huracanes que dejan a su paso cantidades inmanejables de agua que desbordan sus cauces habituales que hasta hace poco tenían sin afectar la actividad humana, pero que ahora han dado lugar a inundaciones en regiones y ciudades en las que nunca se habían presentado, arrasando por igual con zonas habitacionales e inutilizando o echando a perder las tierras de cultivo y las cosechas que ahí se esperaban.

En la medida de nuestras posibilidades, gobiernos y ciudadanos debemos aún hacer lo que esté a nuestro alcance para revertir el daño que ya hemos hecho al planeta.