Las imágenes son contundentes: en días recientes se han reportado descensos críticos en buena parte de los cuerpos de agua dulce en la región central de México.

Dos dramáticos botones de muestra son la presa de Valle de Bravo, en el Estado de México, y ahora el lago de Cuitzeo, en Michoacán, el segundo más grande del país solo detrás del de Chapala, que de sus otrora 400 kilómetros cuadrados de superficie acuática, hoy ofrece un panorama desolador semejante a un enorme desierto de lodo seco y agrietado, del que se levantan con insistencia severas tolvaneras que afectan la calidad del aire en su entorno y cuyas nubes de polvo van a dar incluso hasta el vecino estado de Guanajuato.

El nivel de agua en el lago de Cuitzeo ha llegado a un punto crítico en el que la pesca, una de las principales actividades que se podían realizar en él, ha dejado de ser sostenible. Lo más angustioso es que al ser cuestionadas las autoridades, tanto municipales como de la Comisión Nacional del Agua, señalan no tener recursos que permitan el rescate del lago.

Y es que no es solo la falta de lluvia, es también reflejo y consecuencia de la actividad humana que a la par de que mantiene una demanda creciente de agua, desperdiciando y contaminando grandes cantidades de ésta, también depreda el sistema ecológico que hace posible la generación de lluvias y la captación de éstas a través del subsuelo.

La deforestación y el cambio acelerado en el uso de terrenos que antes eran bosques o sembradíos, y que están siendo cambiados por las enormes planchas de concreto, signo de la inclemente urbanización, empobrece a los suelos y su capacidad de filtrar el agua de lluvia.

El descenso en los niveles de las reservas y cuerpos de agua de México es un llamado de alerta hacia un tema en un país que tiene su atención enfocada en tratar de contener el avance de la pandemia de Covid-19.

La sequía es uno de los más graves flagelos que impone el cambio climático y debe constituir un mensaje dirigido hacia todos los habitantes para cuidar los recursos naturales, crear conciencia de que algunos no son renovables y procurar su conservación y cuidado.

El estado de nuestros lagos, ríos y presas es consecuencia visible del desprecio hacia la adopción en este país de las energías limpias y señal inequívoca del error que se está cometiendo al apostar por generar energía a partir de la quema de hidrocarburos.

En la lucha por detener y revertir el cambio climático, México no está poniendo de su parte.

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