La salida de Carlos Romero Deschamps, primero del sindicato petrolero como secretario general del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana y ahora de Pemex, marca un nuevo capítulo en el muy particular derrotero del sindicalismo mexicano y sus historias empañadas de abuso y corrupción.

Con denuncias levantadas en su contra por presuntos delitos de enriquecimiento ilícito y lavado de dinero, en plena crisis del huachicol, a Romero Deschamps también se le hicieron acusaciones de que aprovechaba su posición sindical en la petrolera para también él robar combustible.

El líder, que vio pasar a cuatro distintos presidentes de la República, permaneció en Pemex por más de seis décadas desde su ingreso como trabajador de base hasta su llegada a la dirigencia sindical, la que retuvo por 26 años, y a la que llegó por impulso de Joaquín Hernández Galicia, La Quina, su paisano tampiqueño que actuó para él como un padrino.

Caída La Quina a unas semanas de la llegada al poder de Carlos Salinas de Gortari, Romero Deschamps —pese a la cercanía con el líder— se salva de la purga en el sindicato, asciende a la cúpula sindical y en ese sexenio se afianza finalmente en la dirigencia.

Cuando se dice que la situación de las organizaciones laborales mexicanas es muy particular es porque en ellas de manera característica se dan cacicazgos sindicales en las que los líderes adquieren una condición vitalicia al casi perpetuarse en sus cargos, en donde suelen enriquecerse a costa del empobrecimiento de sus representados, hasta que la salud o la muerte, o una circunstancia ajena (una investigación o una presión política, por ejemplo) los retira de la dirigencia. En el caso de La Quina, una investigación lo hizo terminar en prisión.

Casos emblemáticos del sindicalismo nacional son los de Pemex y el SNTE, muestra de cacicazgos enormes que crecen hasta el punto de resquebrajarse bajo el peso de su propia gravedad, para solo dar paso a otros cacicazgos, como sucedió con la maestra Elba Esther Gordillo que sucedió al profesor Carlos Jonguitud Barrios, a quien Salinas de Gortari también le pidió su renuncia en el mismo año en que caía La Quina en Pemex.

Para atajar situaciones así es que desde el gobierno federal en 2019 se introdujo una serie de reformas para que en los sindicatos hubiera elecciones libres, con voto secreto y directo de los trabajadores para la elección de sus dirigentes, sin coacciones. Incluso se le dio a cada sindicato un plazo para que adecuaran sus estatutos y garantizar así la democracia sindical y su autonomía. Aun así, las dirigencias parecen concluir bajo los mismos mecanismos de siempre. ¿Cuándo se percibirá un cambio?

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