Aunque a cuentagotas, finalmente ayer el conteo de votos llevó a dar la victoria al demócrata Joe Biden frente a su adversario republicano Donald Trump, perfilándose como su sucesor al frente de la Casa Blanca y de una nación que, con todo y sus problemas que han llevado a hablar de un declive en su liderazgo mundial, sigue siendo una de las potencias mundiales indiscutibles.

Ahora, a Biden, una vez que se oficialice su triunfo y posteriormente asuma la presidencia de Estados Unidos, le tocará recomponer todos los pedazos que le dejará la administración Trump cuando ésta haga sus maletas y desaloje la Casa Blanca.

Y esos pedazos se refieren tanto a los acuerdos internacionales que el aún presidente norteamericano canceló, como a las relaciones que dañó tanto al interior como al exterior de su país, que le ganaron el resentimiento que finalmente se volvió en su contra, aun y con la sorpresiva y todavía fuerte base de apoyo sincero que consiguió entre quienes ven en el todavía mandatario, una persona que piensa y se expresa como ellos, encarnando una de las facetas del pueblo norteamericano menos reconocidas pero latentes, la del rencor social.

Una lección que hay que aprender de Estados Unidos es que a pesar de que el gobierno de Trump se dedicó a alimentar la división, y darle juego a los racistas, a xenófobos, chovinistas y fascistas, con todo y eso hubo una gran muestra de civilidad por parte de los electores, y aunque el margen de victoria fue muy reducido —como igual de estrecho lo fue contra Hillary Clinton, o más atrás, entre Bush hijo y Al Gore—, esta es la primera vez que un presidente estadounidense no reconoce su derrota, manifiesta su desconfianza hacia el sistema electoral de su país, incluso empleando el término 'fraude' para hablar de sus resultados, y lanza públicamente exhortos a sus seguidores para rechazar el proceso electoral y sabotear cualquier indicio de su derrota en las urnas, sembrando la sospecha en la población sobre los votos que se hicieron llegar por correo, descalificando ese recurso desde antes de que iniciara.

A pesar de sus llamados y sus rabietas, todo indica que se va a quedar solo en esa exigencia. Si bien hay protestas callejeras, afortunadamente hasta el momento sus seguidores no están saliendo a boicotear ni quemar nada. Y ninguno de los republicanos lo ha secundado en su demanda.

A pesar de Trump, Estados Unidos está dando al mundo una lección de democracia, la misma por la que él mismo pudo ocupar en estos cuatro años la Casa Blanca.

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