¿Cuántos personajes de la historia pensarían que estamos destruyendo lo que ellos habían bien construido? Eso que les costó la vida a muchos o la libertad a otros. ¿Cuántos juzgarían que hay un retroceso en cuestiones que requirieron de vastos sacrificios?

Con regularidad los amantes de la historia juzgan los hechos del pasado sin miramientos y con la superioridad moral de sentirse mejores; casi nunca se preguntan qué diría el pasado sobre ellos y sobre nuestro presente. Sin ningún ánimo de conservadurismo, podemos afirmar que hay algo profundamente mal en la forma en la que vivimos hoy. Por décadas hemos entendido al egoísmo como una virtud, la protección del auto-interés como la cúspide de nuestros valores: “Mientras no me afecte a mí, no me interesa”.

Sabemos cuánto cuestan las cosas, pero ya no sabemos, ni nos interesa, cuánto valen. Hemos perdido la capacidad de apreciar las cosas importantes, las ideas, los ideales, la sociedad, el progreso, para convertirnos en seres únicamente preocupados por nuestro propio bienestar material; la comodidad y la despreocupación personal son las únicas metas que hemos construido.

Sin darnos cuenta de que somos el producto de generaciones y generaciones que lucharon por nosotros y que se preocuparon por nuestro presente, mientras, nosotros, ya no nos preocupamos por nadie: ni por el futuro, ni por los que vienen, ni por nosotros mismos. En el presente, nuestro placer inmediato ocupa de forma dramática nuestras mentes sin detenernos a pensar en el mañana y en los del mañana.

Si el siglo XX se caracterizó por darles nombre, por restablecer la dignidad y el auto-respeto de aquellos que nunca habían tenido voz ni reconocimiento; en nuestro siglo lo único que hemos logrado es volver a darles la espalda. Mujeres, niños, jóvenes, pobres, migrantes, etc., habían logrado restablecer sus voces, su presencia y su dignidad; ahora, todo se esfuma en el amplio vacío de una ignominia generada por esa colectividad desinteresada y frívola.

¿Qué dirían de nosotros todos esos personajes que construyeron nuestro presente? ¿Qué dirían aquellas mujeres que lucharon por sus derechos y dignidad, al ver que todo se regresa al origen de la violencia en su contra, de la estigmatización y del sometimiento? ¿Qué dirán aquellos que con sangre y lágrimas reivindicaron los derechos de las minorías, al ver que todos esos grupos vuelven a ser tratados como grupos marginales; dispensables? ¿Qué dirían aquellos que lucharon por nuestra libertad e igualdad, al ver que esos dos términos ya no significan nada para nadie?

Lo paradójico de la historia es que nunca antes, en ninguna época, han existido tantos defensores de los derechos, con tantas instituciones, con tanta organización y con tan pocos resultados como ahora. En otros años, bastaron mujeres y hombres que lo único que tenían era la voluntad desinteresada de cambiar las cosas; mujeres y hombres que no requirieron más que su fuerza e inteligencia para transformar el mundo.

En el Dieciocho brumario de Luis Bonaparte, Marx comienza recordando que Hegel en alguna parte decía que todos los grandes hechos y todos los grandes personajes de la historia aparecen dos veces. Ojalá Hegel tenga razón. De lo contrario: ¿qué dirá la historia cuando nos juzgue?, ¿con qué cara le responderemos?


Magistrado del PJCDMX.
Exembajador de México en Países Bajos

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