Marzo es el mes de la mujer. También tienen un día, un color, un logotipo, como si todo eso realmente importara, cuando siguen sufriendo a manos de los hombres. Cuando las siguen matando, maltratando y ultrajando. Como si esos símbolos fueran a disuadir el mal, a prevenir el asesinato o a detener un puño cerrado.

Ha pasado un año, un año que pareció un siglo, con pandemia, crisis económica, gente metida en sus casas, niños sin ir a la escuela, hace un año que escribí sobre la importancia del movimiento de las mujeres. Este año las mujeres no saldrán a marchar en las calles, he entendido, por responsabilidad de las mismas mujeres en pos de no contagiar y no contagiarse. Sin embargo, no por ello, no debemos callarnos y no preocuparnos por el tema. Me entristece no verlas en las calles, me entristece no verlas destruyéndolo todo.

Aquella ocasión decía que el reclamo no es nimio. No ganan lo mismo que los hombres, aunque se esfuerzan igual o más. A pesar de tener que ser madres, esposas, hermanas y trabajadoras, tienen que lidiar con todo ello en las peores de las condiciones laborales, sociales, políticas y económicas. No sólo los hombres las persiguen, las acosan y las cosifican cuando salen a las calles, cuando pasan entre nosotros, cuando usan el transporte público, cuando van a la oficina, cuando salen a hacer la compra, sino que ninguno de nosotros, los hombres reclamamos o denunciamos esos hechos entre nosotros. No sólo no denunciamos, sino incluso las callamos cuando denuncian, no las escuchamos cuando se quejan y a veces nos burlamos. No sólo las maltratamos, las disminuimos y las cosificamos, sino, además, las estamos matando.

Llevo más de una década diciendo en este espacio y en otros, y no dejaré de hacerlo, que la ley, la justicia y el Estado entero, tienen una deuda inmensa con las mujeres. En nuestro país, privan de la vida a las mujeres por el hecho de ser mujeres y nadie parece preocuparse. Recordemos que de enero a septiembre de 2019, 2 mil 833 mujeres fueron asesinadas en México (cifras del  Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública- SESNSP) y, a pesar de la pandemia, donde la gente estaba en casa, durante los primeros siete meses del año pasado, 2,240 mujeres fueron asesinadas, lo que representa un promedio de 10.9 casos diarios de ataques violentos, fulminantes contra las mujeres.

Las estadísticas varían, sin embargo, en promedio 7 mujeres mueren diariamente en nuestro país a manos del machismo. Si esta clase de datos no nos explican el reclamo de las mujeres, difícilmente podemos tener la empatía necesaria para aprehender su sentir y comprender su pesar; su hartazgo, su impotencia y su miedo a la impunidad. Emociones que no son nuevas, por desgracia. Y que justifican, plenamente, a mi gusto, el lema “rompan todo”, que muchas de ellas levantan ya como grito de guerra. Porque sí es un grito de guerra. Un grito de guerra en contra de las condiciones sociales, las reglas jurídicas, las políticas públicas, un grito de guerra en contra de las medidas económicas y las laborales, un grito de guerra en contra de las instituciones. Una guerra que debe continuar hasta que todas las mujeres de nuestro país puedan desarrollar un plan de vida digno, sano y, sobre todo, seguro.

Si lo que más temían ya está sucediendo: la muerte, dudo que ahora, algo las anime a detenerse. Y con justa razón. Pero también es importante que ellas sepan que, sin saber de su dolor, sin interferir en su lucha, sin ser víctimas de ese miedo, sin conocer en piel propia las circunstancias de sus vidas, existimos muchos hombres que las apoyamos y que decimos junto con ellas “rompan todo”. Su lucha no sólo suma más de la mitad de la población, suman esa cantidad y un poco más.

Magistrado del PJCDMX. Ex embajador de México en Países Bajos

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