Dentro de todo el tema que ha ocupado la atención y generado la discordia entre los estados y el Presidente de México, lo que más llama la atención es el criminal silencio de todos aquellos estados que se ven beneficiados por las aportaciones fiscales de aquellos que tienen pensado dejarlas de hacer. Así es, existen estados de la República que se ven profundamente beneficiados en la repartición de los insumos federales y en teoría esa repartición trata de favorecer a los que no tienen la misma producción económica y capacidad de negociación que los otros. Muchas son las razones, hasta la ubicación geográfica de algunos, las capacidades de producción y los éxitos y desventuras que la historia de cada uno debe sobrellevar, son las que los hacen el blanco vulnerable de un quebrantamiento del pacto fiscal.

En esos casos, ¿por qué ninguno ha dicho nada sobre la llamada “alianza federalista”? Lo que los 10 estados que la componen proponen es cambiar los términos del “pacto fiscal” con la Federación, so pretexto de las causas económicas causadas por el Covid-19. Sin embargo, lo que ellos no han comprendido es que esas ganancias no son para la Federación en sí, sino para ser distribuidas equitativamente entre todos los miembros de la misma.

Es verdad. Un sistema federal es profundamente complejo, pues sus cimientos requieren de la libertad y la voluntad de pueblos soberanos el unirse políticamente y para los mismos propósitos. También es cierto, que la base de este pacto es sólo el comienzo. Después vienen los pactos constitucionales y jurídicos que sellan el acuerdo final, le ponen límites y lo definen. Es decir, que no se maneja como cualquier pacto y no se puede abandonar por cuestión de antojo, ni por propósitos económicos o políticos diferentes a lo acordado.

Sin embargo, independientemente de que las razones que tengan los Estados para romper con el pacto federal sean buenas o malas, la realidad es que de llevarse a cabo, los daños serán mayores y la situación será mucho más compleja económicamente para todos. No se trata de que ya no aportarían a las bolsas presupuestales de la Federación, sino se trata de que ya no se distribuiría el dinero en el país, en perjuicio absoluto de los estados más necesitados. De igual forma, ya no gozarían de ninguna de las contribuciones federales (las que tanto han reclamado) y, por supuesto, nuestro país, en medio de una crisis económica y sanitaria, se vería envuelto en uno de los problemas más graves que ha tenido desde antes de la Constitución de 1917.

Todos los miembros de la Alianza, son hombres de política y de Estado, que han sabido cómo se teje y se construyen las relaciones con otros órdenes de gobierno. Por ello, la sensación hoy es que lamentablemente sus acciones están más encaminadas por intereses partidistas y electorales que por razones legítimas que permitan argumentar por qué ya no aportarían más a la Federación.

No deja de ser interesante la estrategia y el debate, pues además puede servir para abrir un tema en la agenda que ya lleva tiempo siendo el elefante blanco: el federalismo. Se le ha manoseado y nombrado mucho, se le ha intentado entrar a profundidad, pero se ha estudiado poco. Es hora de ponernos a discutir el tema sin este silencio apabullante de los estados que se saben beneficiados con creces por ese pacto federal. ¿No se han preguntado qué será de ellos si es que esta estrategia tiene éxito?

Magistrado en el PJCDMX. Exembajador de México en los Países Bajos

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