En diversos países ya es claro enfrentan una segunda ola de contagios de Covid-19, adicionalmente los resultados derivados de las vacunas experimentales que tienen el potencial para inmunizar a la humanidad son, en el mejor de los casos, mixtos cuando no se han tenido que suspender temporalmente por consecuencias adversas en los voluntarios. En México ya hay algunas señales tempranas que alertan sobre una segunda ola. Desde mi perspectiva los datos todavía no son contundentes para afirmar tajantemente que ya nos encontramos en ella. Lo que es definitivo es que el riesgo de enfrentar un confinamiento más severo y el nuevo cierre de empresas podría traer consecuencias económicas desastrosas. No sólo es el Gobierno, en sus diferentes niveles el responsable de esto. En gran medida somos los ciudadanos que, posiblemente hastiados del encierro, no hemos tomados las precauciones necesarias para enfrentar el escenario que podría avecinarse.

En la primera ola de contagios el desempeño de la economía tuvo una caída de una magnitud impresionante. El número de personas que perdió el trabajo se contabilizó por millones. Como país hemos vivido en carne propia los efectos del confinamiento. En adición al temor al contagio, se ha sumado en muchos casos la pérdida de trabajo y con ello un incremento notorio en el nivel de estrés entre la población. Basta revisar cualquier red social para verificar que en algunas ocasiones los comentarios parecen tener una dosis de ira, cual si ésta fuese otro virus que se distribuye a través de dichas redes. El impacto económico total aún está por verse. Pero no se requiere ser un genio para darse cuenta de que, a la fecha, los efectos ya son dramáticos.

¿Una segunda ola?
¿Una segunda ola?

Sin embargo, como población parecemos no haber aprendido. Preferentemente en zonas populares es común observar a muchas personas sin utilizar mascarilla para cubrirse las vías respiratorias. Esto no es exclusivo de México, en países desarrollados, como en el Reino Unido, se hizo viral una fotografía que mostraba a cientos de ingleses asistir a bares sin cubrirse nariz y boca. No es, por lo tanto, sorpresa que diversos países europeos enfrenten una segunda ola de mayor intensidad. En México pareciera que no estamos mejor, sin embargo, podríamos estar a tiempo de detener este repunte en los contagios y con ello evitar no sólo más enfermos y muertes, sino también la catástrofe económica.

Los modelos econométricos tienen sus limitantes, pero son una herramienta que bajo determinadas circunstancias pueden ser útiles para echar un vistazo a un posible escenario futuro. En el caso de los contagios, he dado seguimiento diario a los contagios y a los decesos, por lo menos a los datos oficiales publicados por la Secretaría de Salud. Aunque algunos medios de comunicación parecen dar por hecho que nos encontramos en la segunda ola, la buena noticia es que los datos de una semana no necesariamente implican dicha segunda ola. Pero el riesgo de que así sea es inminente.

¿Una segunda ola?
¿Una segunda ola?

Las gráficas anexas muestran que hemos tenido diversos altibajos en el numero de contagios diarios al igual que en el número de decesos. En otros momentos hemos tenido datos que parecen implicar un repunte. En lo que debemos poner atención es en los datos de largo plazo.

Así es que, en este momento me sigo inclinando por pensar que nos encontramos en una etapa de un repunte temporal que con las medidas apropiadas puede controlarse. La inercia de largo plazo sigue apuntando hacia el declive tanto de casos como de muertes.

Pero esto podría cambiar de una semana a otra. Si el número de casos sigue creciendo, se confirmaría esta temida segunda ola y las implicaciones para la sociedad serían brutales. Tanto por salud física como mental y por los impactos económicos potencias, lo mejor es tomarnos en serio al virus, ser prudentes y no cometer acciones que nos puedan llevar a un nuevo precipicio, tal vez mayor que el que hemos vivido en los últimos meses, como es el caso de los países europeos.

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