Las crisis son de diversas naturalezas: económicas, políticas, sociales, etc. en muchas ocasiones se entrelazan entre sí y retroalimentan mutuamente. Lo importante de éstas es que permiten llevar a los países a situaciones extremas en donde es posible analizar lo que funciona y lo que no. El sistema de salud, el sistema político, el medio ambiente, la forma de conducir la economía del país, etc. se ponen a prueba en condiciones de crisis. Indiscutiblemente en nuestro país la crisis económica se ha prolongado por muchos años. La llamada década perdida se convirtió en cuarentena. La reducción en la inversión privada que se observa desde 2018, se agudizó con la crisis que trajo el confinamiento, y es solo una parte de la reducción del sector público que se observó desde que se pusieron en marcha las reformas económicas. El contexto actual es un excelente laboratorio para estudiar lo que ha funcionado y lo que debe cambiarse.

Se requiere mucho más que un artículo de corte periodístico para estudiar los principales temas de la agenda económica y política del país. Pero por lo menos podemos plantearnos algunas interrogantes respecto a los resultados obtenidos por las políticas llevadas a cabo durante el llamado “neoliberalismo”.

La apertura económica llegó para quedarse. Es indiscutible que, primeramente, la apertura de barreras y posteriormente la firma de tratados comerciales, ha permitido diversificar la cantidad de bienes y servicios que como mexicanos podemos consumir. Pero se debe dimensionar adecuadamente: hay mayor variedad de productos y se tienen canales institucionales para el intercambio de mercancía y la recepción de inversión extranjera, pero el TLCAN, y posiblemente el T-Mec nos ha quedado a deber en términos de recuperación salarial, desarrollo tecnológico y de generación de mayor crecimiento económico en todas las áreas del país. Sólo unas cuantas empresas han sido beneficiadas. Está por verse si el reconocimiento de la existencia de las micro y pequeñas empresas en el nuevo tratado tienen un mayor impacto en ellas.

El nuevo sistema de pensiones permitió que millones de trabajadores tengan una cuenta individual y que el sector público no tenga una bolsa de recursos a los que puede acceder sin restricciones en el momento que quiera. Sin embargo, las excesivas comisiones que se han cobrado a un mercado cautivo nos han traído a una situación en la que tendremos pensionados pobres y Afores ricas. Adicionalmente, la inversión de las Siefores se ha concentrado en gran medida en deuda pública. Por lo que, al final del día, los recursos de los trabajadores siguen siendo utilizados en gran medida por el sector público.

Mucho se ha dicho de los organismos autónomos que buscan ser árbitros en mercados que aspiran a ser ampliamente competitivos. Deberíamos preguntarnos, como ciudadanos ordinarios, cuáles son los beneficios de organismos como la Comisión Reguladora de Energía, o la Comisión Federal de Competencia Económica, entre otros. Son entidades que, al final del día, tienen el objetivo de incrementar el bienestar de los ciudadanos ordinarios. Aún suponiendo que, efectivamente están cumpliendo con su labor, en definitiva están fallando en hacer saber al grueso de la población que sus actividades se reflejan en menores precios de servicios como combustibles, o de otros bienes de uso diario.

El gran pendiente hasta la fecha, independientemente del Gobierno en turno es el ambiental. Más temprano que tarde pagaremos las consecuencias por olvidar este importante tema. En algunas zonas del país el problema de agua requiere atención inmediata; no es exagerado decir que en algunas regiones la población bebe agua envenenada. La cantidad de residuos sólidos o basura es otro tema atendido pobremente. Estos temas no se han resuelto y seguiremos sufriendo las consecuencias por olvidar este tema, no poner atención podría poner en jaque la viabilidad y sostenibilidad del país no solo en términos ambientales, sino también económicos.

No son todos los temas que deben evaluarse. La Reforma energética, la laboral, y en general, las reformas estructurales que tuvieron lugar en nuestro país a partir de 1980 deben evaluarse por sus resultados, no por los buenos deseos o buenas intenciones. Si algunas reformas han sido exitosas es pertinente conservarlas, pero si no, es tiempo de hacer algo más. Conviene mirar hacia otros países y aprender de las reformas que ellos han llevado a cabo. La contextualización de sus reformas a nuestra realidad, podría ayudarnos a determinar el rumbo que debemos seguir.

La 4T ha pretendido que gran parte de lo que se ha hecho no sirve. Tal vez el TLCAN, ahora T-Mec, es la excepción. Sin embargo es necesario revisar con ojos críticos tanto lo que no sirve, como lo que sí , se debe profundizar lo que nos ha ayudado a crecer y abatir la pobreza, y tomar nuevo rumbos en los casos en que no se han tenido los resultados esperados.

Docente de la maestría en Economía, FES-Aragón, UNAM.

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