Romper más de treinta años de inercia política y económica no se conseguirá en poco tiempo. Es como pretender dar un “volantazo” o frenar cuando un vehículo lleva cierta trayectoria: no se reaccionará de manera inmediata al nuevo rumbo o al freno. En materia política y económica llevamos casi cuarenta años haciendo las cosas de un modo que ahora es ex extremo difícil romper. No sólo eso, de modo consciente o inconsciente, algunas formas del pasado se mantienen vivas, entre ellas la relación con el sector privado. A un año de gobierno realmente no hay muchos resultados evidentes que se puedan anunciar. Pero el cambio de rumbo está dado, resta ver si se llega a buen puerto.

A pesar de tener un grupo de empresarios que asesoran al nuevo gobierno, éste llegó con un pleito con algunos hombres de negocios, en algunos casos se mantiene. El tema que originó las disputas fue la cancelación de la construcción del nuevo aeropuerto y la posibilidad de construirlo en Santa Lucía. El pleito no ha terminado. Algunos empresarios, disfrazados de sociedad civil, han interpuesto amparos tanto para evitar la cancelación de la obra en Texcoco como para evitar su construcción en la sede alterna. Esto ha retrasado la obra y es una señal que implica que no todo es terso con el sector privado.

Por otra parte, llamó la atención que se renegociaran los términos del contrato del uso de gasoductos que construyeron diversas empresas privadas y que serían utilizadas por empresas públicas. Gran parte de los analistas de los medios de comunicación descalificaron este evento y señalaron que se enviaba un mensaje erróneo a los mercados. Tal vez no habrían dicho lo mismo de tratarse de un litigio entre privados. Olvidaron que lo que antaño eran empresas paraestatales, ahora son empresas productivas del Estado. La diferencia no es solo de nombre ni trivial, por lo que había elementos para el litigio. Tanto así, que se renegociaron los términos de los contratos. Que la resolución sea favorable económicamente al sector público todavía está por verse, pero se envía el mensaje en el sentido de que el sector privado y la 4T están haciendo las paces.

Desde que ganó las elecciones el actual presidente los indicadores de inversión privada han venido a la baja. La incertidumbre y riesgos del cambio de gobierno han provocado que muchos hombres de negocios en el mejor de los casos pospongan sus inversiones, cuando no abiertamente las hayan cancelado. Esta es una de las razones por las que la economía se encuentra en desaceleración con un riesgo fuerte de que se convierta en recesión. El contexto internacional tampoco ayuda, pues los riesgos de recesión se encuentran presentes también en economías como la de Estados Unidos y las de países en Europa, pero definitivamente hay un factor interno que ha reducido el ritmo de crecimiento económico.

Es un hecho incuestionable que ningún país puede crecer sin inversión. Ésta puede ser pública, privada o extranjera, pero se requiere para generar crecimiento económico. En un contexto en el que el gasto del sector público se está destinando a actividades sociales y no propiamente de inversión, lo mejor que se puede hacer es tener una relación sana con el sector privado. Tal ha sido el mensaje enviado al tratar el tema de los gasoductos, pero sigue pendiente el tema del nuevo aeropuerto. Por el bien del país, lo mejor es resolver dicha controversia cuanto antes, pues sin inversión, no habrá crecimiento.

Coordinador Académico de Negocios y Finanzas de la UDLAP Jenkins Graduate School

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