Han pasado al menos tres días desde que culminó el proceso electoral en Estados Unidos y siguen contando votos. El propio presidente ha lanzado acusaciones de fraude electoral. Pareciéramos estar viviendo el proceso electoral de un país latinoamericano o de nuestro propio México. En realidad, esto no sería noticia ni llamaría tanto la atención de no ser porque está pasando, en un país que se dice garante de la democracia, la libertad y los derechos humanos. Está ocurriendo por segunda ocasión en el mundo contemporáneo: la primera pasó en la contienda entre George Busch R. y Al Gore en el año 2000, episodio en el que varios ciudadanos norteamericanos sentían vergüenza por lo que estaban viviendo. El crecimiento y desarrollo de gran parte de países que hoy son desarrollados ha sido ese: haciendo lo que ahora exigen al mundo que no hagan. A lo largo de su historia han tenido procesos electores cuestionables, piratería, industria protegida, economías cerradas, etc. pero desde hace décadas dictan al mundo que la forma de desarrollarse es opuesta a como ellos lo hicieron. Es como un padre que le dice al hijo que no fume, no beba y no se vaya de parranda cuando es el ejemplo que le dio.

No pretendo hacer un análisis del sistema político de Estados Unidos. Además de lo dicho previamente, solo vale mencionar que los distritos electorales tienen formas extrañas. Al dibujarlos en un mapa no hay simetría ni líneas rectas como lo tienen sus Estados. Tienen forma de salamandra. Están hechos así porque de esa forma algunos partidos se aseguran de incorporar a comunidades que votarán por un partido, asegurando dicho distrito. Visto desde fuera, no puede sino pensarse que es una forma mañosa de hacerse de votos. Pero tal es su democracia.

Cuando Inglaterra de empezó a industrializar, protegió a empresas e impedía que ingenieros salieran del país. La razón era simple: no quería que sus empresas tuvieran competencia del resto del mundo ni que su tecnología saliera de sus fronteras. El capitalismo surgió a través de una política de Estado que protegía a la naciente industria. El objetivo de esto era que la industria se consolidara y creciera para, en una etapa posterior, competir contra el resto del mundo. Esta política, que puede pensarse que tiene siglos, fue la misma que recibió la empresa Toyota: durante al menos setenta años estuvo protegida por su gobierno hasta que se convirtió en lo que es actualmente. El proteccionismo industrial es como proteger a un niño, llevarlo a la escuela, alimentarlo y darle la oportunidad de que se convierta en un cirujano que pueda hacer operaciones a corazón abierto.

En México tuvimos nuestra versión del proteccionismo industrial. Durante décadas la economía estuvo cerrada y se buscaba que la industria doméstica creciera, se fortaleciera y, posteriormente, compitiera en los mercados internacionales. Pero lo hicimos a la mexicana y en lugar de tener empresas competitivas, creamos empresas dependientes del Gobierno. El niño no se convirtió en cirujano, se convirtió en un junior vago que requiere dinero constantemente de sus padres para poder vivir.

La piratería en algunos tiempos fue abiertamente fomentada por los Gobiernos. Probablemente el caso más conocido es el Francis Drake, que atacaba y robaba navíos de nacionalidad distinta a la inglesa con permiso de la Reina. Durante años España hizo el trabajo de saquear a lo que entonces era la Nueva España y Drake los asaltaba antes de llegar a casa. Algunos dirían que no era pirata, era corsario. Lo mismo podemos decir de muchos productos actualmente: si no son piratas al menos son corsarios.

En resumen, el proceso electoral del país más poderoso del mundo nos recuerda que los países desarrollados lo hicieron siguiendo unas reglas distintas a las que ahora han impuesto al mundo entero. Muchos economistas que se han formado en sus aulas son doctos en métodos cuantitativos y teorías falaces, pero ven a la Historia como, en el mejor de los casos, un distractor o una pérdida de tiempo. Entender que otros países se han desarrollado de un modo diferente al camino que hemos seguido en los últimos años puede ayudarnos a entender que podemos seguir rutas alternas. Es lo que está ocurriendo con el Gobierno de la llamada 4T. Que como país logremos crecer y desarrollarnos siguiendo la estrategia actual, está por verse. Podemos apostar en un sentido u otro, pero no lo sabremos sino hasta dentro de algunos años.

Docente de la maestría en Economía, FES-Aragón, UNAM.

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