Hace unos meses tuve la oportunidad de acompañar al Penal de Barrientos, a una periodista que quería publicar una nota sobre maternidad en prisión. Para su artículo, entrevistó a 10 mujeres que tenían a sus bebes viviendo con ellas dentro del penal, llevó un equipo de fotógrafos para retratar a las mamás con sus hijos, y también una Polaroid para tomar fotos instantáneas y regalárselas a las mamás en agradecimiento por dejarla contar sus historias. En el momento, la idea de llevar la Polaroid me pareció un buen detalle, pero tampoco le di mucha importancia.

Una mujer que tenía un bebé de 8 meses, en cuanto le regalaron su foto instantánea, se soltó llorando sin poder hablar. “Perdónenme, es que es la primera y única foto que tengo con mi bebé”. Esta mujer había entrado embarazada a prisión, y tuvo a su bebé a los 3 meses de haber sido privada de la libertad. La habían condenado a 7 años por el delito de narcomenudeo, o en otras palabras, vendía droga para poder alimentar a los suyos. Ahora no sólo enfrentaba una condena privativa de la libertad, sino también un litigio contra su pareja por la guardia y custodia del menor.

“Sé que en cualquier momento se pueden llevar a mi bebé, o que cuando cumpla los 3 años, me lo van a quitar. Ahora ya tengo un recuerdo de nosotros juntos para toda la vida. Aunque él se vaya y yo me quede aquí”.

La maternidad en prisión es un tema que genera mucha polémica, y existen todo tipo de opiniones sobre éste; desde aquellas personas que reconocen el derecho de las madres de convivir con sus hijos en los primeros años de vida aun y cuando se encuentren cumpliendo una condena, hasta aquellas que sostienen que se deberían de colocar dispositivos intrauterinos a las mujeres para evitar que se embaracen dentro de prisión.

Independientemente de la postura que se tenga sobre el tema, si en algo podríamos coincidir, es en que el amor de mamá no conoce de muros, celdas, fronteras, ni nada. Este Día de las Madres, es uno distinto; muchas de nosotras no veremos a nuestras mamás o hijos debido a la cuarentena, y quizás esto nos sirva para generar consciencia sobre todas aquellas Mamás que año tras año, pasan este día en prisión.

Mamás que viven su maternidad a través de fotos, visitas esporádicas y llamadas telefónicas, o aquellas que la viven sin saber siquiera dónde fueron a parar sus hijos, y sólo les queda desear en el fondo de sus corazones, que se encuentren a salvo y con bien. Mamás que quizás son culpables de los delitos que cometieron, pero que fue precisamente su amor maternal que las llevó a darlo todo por sus hijos, hasta terminar en prisión.

No terminaría de contar las historias de tantas mujeres en prisión que, ante la desesperación de darle una vida mejor a sus hijos, se vieron envueltas en la comisión de un delito; tantas que se involucraron en el crimen organizado por llevar unos cuantos pesos a la casa; tantas que fueron abandonadas por sus parejas, con la responsabilidad de alimentar a más de un hijo; tantas que lo dieron todo por intentar que sus hijos no corrieran la misma suerte que ellas y poder brindarles un mejor futuro. Y muchas otras más que este día, desde sus celdas, despiertan con el corazón apachurrado de pensar que pasarán un Día de las Madres más, sin que puedan disfrutarlo con los suyos.

Me ha tocado conocer a más de una mujer que prefiere que a sus hijos se les diga que su Mamá se fue del otro lado del charco en busca de una mejor vida, antes de sufrir la vergüenza de que sus hijos sepan que su Mamá está en prisión. Y es que esto es el amor de Mamá: proteger a los suyos hasta límites inimaginables, a costa de sí mismas, a costa, incluso, de su propia libertad.

Hoy reconozcamos ese amor que tiene el poder de traspasar barreras y de unir a pesar de la distancia. Honremos y celebremos a todas las Mamás, donde quiera que estén, cualesquiera que sean sus circunstancias. A ellas, gracias por tanto y más.

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