Dejar a un país sin organismos autónomos es una verdadera perversidad. No es de extrañar que este tema haya acaparado la atención pública en las últimas semanas, la trascendencia de lo que se ha planteado lo amerita. Por más que este sea el tema más relevante de las reformas, es importante analizarlas en su totalidad. A pesar de su indiscutible falta de coherencia como proyecto legislativo, las iniciativas pueden dividirse burdamente en tres grandes grupos: las reformas sociales, las reformas políticas y las reformas de diversas temáticas.

Si bien si las reformas sociales puedan sonar atractivas y bien intencionadas, hay que tener en cuenta que no son más que un intento por instrumentalizar la necesidad de las personas para potenciar la popularidad del partido en el poder a escasos meses de las elecciones. Si el presidente tuviera un compromiso genuino por causas como el derecho a la vivienda de los trabajadores, la educación de estudiantes de bajos recursos o la dignificación salarial de las y los maestros hubiera presentado este paquete de reformas a inicios del sexenio, no en la recta final de su mandato cuando ha perdido ya la mayoría calificada.

Aun si la perversión detrás de estas propuestas se limitara a una burda maña electoral, siempre es conveniente asumir que lo que se presenta en el pleno, puede convertirse en ley. Bajo ese supuesto, es necesario discutir el estado de las finanzas públicas para evaluar la viabilidad de dichas iniciativas. Simple y sencillamente el país está al borde del colapso financiero. La deuda ha aumentado brutalmente en los últimos años, el porcentaje del producto interno bruto destinado al pago de pensiones excede el 20% y no hay un proyecto real para incrementar los ingresos de la federación. Proponer reformas sociales de gran calado sin acompañarlas de una iniciativa de reforma fiscal profunda y progresiva para sustentarlas no puede ser otra cosa más que un timo descarado para los mexicanos más vulnerables o una irresponsabilidad política de colosales proporciones que hipotecará el futuro del país.

Sobre las reformas de diversas temáticas hay poco que decir. Son un compendio de ocurrencias que, aunque a primera vista puedan parecer causas justas y loables, en el fondo, encarnan las contradicciones más cínicas del régimen. ¿Cómo es posible que la administración responsable de desmantelar el sistema de salud pública, provocar un desabasto medicamentos sin precedente y construir una megafarmacia costosa e inservible proponga una reforma constitucional para garantizar el derecho a la salud? ¿Cómo entender que el gobierno que propuso la desaparición del Instituto de Lenguas Indígenas (INALI) sea el mismo que pretenda reconocer a los pueblos indígenas y afromexicanos como sujetos de derecho? ¿Cómo explicar que el gobierno que implementó el proyecto más ecocida en la historia de la península de Yucatán sea el que plantee la importancia de proteger el medio ambiente al prohibir el fracking? Nos están vendiendo aire.

Las reformas políticas, por el contrario, representan un peligro real y deben ser interpretadas como lo que son: un meticuloso plan para desmantelar los cimientos de la democracia. Al pretender eliminar a los plurinominales, Morena busca devolvernos a los tiempos del régimen de partido único y así sellar su falsa hegemonía. Al proponer que las autoridades electorales sean electas y no designadas, Morena busca corromper la imparcialidad del árbitro electoral y reducir la justicia electoral a un asunto de popularidad e intereses partidistas. Al poner sobre la mesa la elección directa de jueces, magistrados y ministros, el presidente pretende eliminar la división de poderes y tomar como botín político las instituciones encargadas de la impartición de justicia. Al plantear eliminar los organismos autónomos, el presidente busca concentrar el poder poniendo el riesgo los derechos de los ciudadanos y reavivando conflictos de interés ya superados hace décadas.

El Congreso es la trinchera más valiosa que tenemos los ciudadanos para dar esta batalla contra la regresión autoritaria y la deriva económica. Con consciencia de ello, refrendo mi compromiso con la defensa de la democracia, con mi responsabilidad como representante popular y con la confianza que la ciudadanía ha depositado en mí. Esta es una lucha que no podemos perder.

Diputada federal. Siempre atenta a un comentario

@cynthialopezc1

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