Mucho se ha repetido que los profesionales de la salud constituyen la primera línea de batalla en la lucha contra la epidemia del Covid-19 y que los doctores son los héroes de esta guerra contra un enemigo invisible. Coincido plenamente con el sentido de urgencia y gratitud, pero la metáfora bélica esconde una realidad que a mi juicio no se ha enfatizado lo suficiente: la mayoría del personal de salud en nuestro país y en el mundo son mujeres. Tan sólo en el IMSS, las mujeres constituyen más del 60% del personal médico y la enorme mayoría del personal de enfermería. Esta dimensión de género tiene implicaciones importantes para las políticas que deben tomarse para proteger su salud y reconocer su trabajo. Por eso dedico este artículo a reconocer el trabajo de las heroínas de la pandemia: doctoras, enfermeras, farmacólogas, laboratoristas, trabajadoras sociales, de limpieza y administrativas que contribuyen a mantener los hospitales en marcha.

En días recientes una imagen capturó mi atención: una enfermera lloraba sin consuelo porque le acababan de diagnosticar COVID-19. La compañera que la graba expresa su solidaridad, pero también su preocupación: “las condiciones en las que trabajamos no son las correctas y la mayoría tenemos hijos”, se le escucha decir. La escena es desgarradora porque captura la profunda injusticia que representa el que quienes más están haciendo por contener esta crisis sean también los más vulnerables a sucumbir ante ella. También porque nos recuerda que al arriesgar su salud para cuidar la de todos los demás no sólo se exponen ellos sino también a sus familias.

Sin duda, una de las responsabilidades más importantes de los gobiernos en este momento crítico es proteger al personal de salud en su lugar de trabajo, mediante la adopción de buenas prácticas clínicas, medidas y controles administrativos y asegurando la provisión de equipo de protección. El porcentaje que representa el personal médico entre los contagiados por el virus oscila entre el 9% y el 26%, dependiendo del país. En México, de acuerdo con la última información dada a conocer por el gobierno al respecto, el porcentaje ronda el 15%. Son tristemente célebres los casos en que plantillas completas se han visto afectadas por el virus, como en el Hospital de Medicina Familiar 26 de Cabo San Lucas, donde 42 personas del personal han sido diagnosticadas con la enfermedad. Por fortuna, más allá de las fallas en la respuesta gubernamental, han proliferado iniciativas como #YoTeCubro y México N95 con las que la sociedad mexicana ha movilizado su solidaridad para hacer llegar equipo médico a los hospitales.

Pero las medidas de protección al personal de salud deben ir más allá del lugar de trabajo. En fechas recientes hemos conocido de agresiones irracionales e inhumanas contra personal de salud a quien se insulta, discrimina y agrede tanto de forma verbal como física. De nueva cuenta, este tipo de asaltos afectan primordialmente a mujeres, enfermeras de clase trabajadora que utilizan el servicio de transporte público para llegar a su lugar de trabajo y son fácilmente reconocibles por su uniforme y calzado blanco. Varias entidades, incluyendo Jalisco, Quintana Roo y la Ciudad de México, han respondido a este problema habilitando servicios de traslado seguro y gratuito para el personal de la salud. Este es un ejemplo del tipo de políticas que deben impulsarse para proteger al personal médico más allá de su lugar de trabajo y podrían reforzarse con penas agravadas para quien incurra en agresiones de este tipo.

Otras iniciativas que vale la pena replicar son la habilitación de espacios de alojamiento para el personal de salud, reforzar los mecanismos de apoyo psicológico y habilitar espacios de cuidado especiales para sus hijos. Nunca como ahora las trabajadoras del sector salud podrían beneficiarse de un sistema de guarderías funcional. También insisto en que es una injusticia agravada que el personal de salud vea en riesgo su salario con las medidas de austeridad adicional anunciadas por el gobierno, cuando lo que deberíamos hacer es ofrecerles primas de riesgo.

Entre las imágenes que perdurarán en nuestra memoria cuando la emergencia haya pasado, las más esperanzadoras serán los minutos de aplausos y otras muestras de gratitud colectiva a quienes se juegan la vida en los hospitales. La expresión de nuestra gratitud debe ir más allá de lo simbólico y atender las necesidades reales de protección del personal de salud y de sus familias.

Diputada Federal
@cynthialopezc1

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