El pasado fin de semana, miles de ciudadanos se congregaron en el Zócalo de la Ciudad de México y en otras localidades del país bajo el lema de "defender la democracia" y con el eslogan de #MiVotoNoSeToca. Sin embargo, aunque se promocionó como un evento apartidista, la presencia de perfiles de partidos de oposición y los discursos políticos dieron una evidente connotación política a la marcha. Además, es clarísimo que se percibió un respaldo financiero de ciertos empresarios ligados con los partidos de oposición.

El evento fue encabezado por el “imparcial y apartidista” ex director del IFE, Lorenzo Córdova, junto con ex gobernantes y líderes de partidos de oposición. Esta marcha suscita tres reflexiones importantes:

Por un lado, la realización de la marcha de forma libre y sin represalias habla positivamente sobre el actual gobierno, demostrando un respeto por la libertad de expresión que hubiese sido imposible en gobiernos anteriores, sobre todo en eventos que abiertamente iban contra los intereses del partido en turno.

Por otro lado, la falta de una representación partidista en la oposición es preocupante. La necesidad de recurrir a consignas ambiguas para cohesionar a la oposición refleja una desconexión entre la ciudadanía y los partidos políticos tradicionales, incluso esta desconexión alcanza hasta a los mismos candidatos. Solo basta ver los comentarios que ha hecho Xochitl en contra de Alito Moreno y los “viejos priistas”.

Además es grave que la ideología que cimenta a gran parte de los simpatizantes esté construida sobre el odio y el ataque. Se entonaron cánticos que denigran la figura del presidente, se utilizaron imágenes que se burlaban claramente del sistema actual, y es frecuente encontrar entrevistas donde se critica exclusivamente al presidente sin abordar el fondo de las reformas que quiere impulsar.

Lo que nuestra democracia realmente necesita es una política fundamentada en propuestas y proyectos, no en odio, difamación y marchas sin resultados tangibles. El esfuerzo, el dinero y la energía invertidos en tales actividades podrían destinarse a proyectos que beneficien verdaderamente a la sociedad y que fortalezcan la confianza del electorado, si ese era el objetivo subyacente.

Aunque esto último no es del todo claro, pues la versión oficial es que el principal motivo que impulsó la realización de la marcha fue en respuesta a la propuesta de reforma constitucional para reestructurar el INE por parte del presidente. Sin embargo, la falta de argumentos sólidos que expliquen cómo esta reforma afecta a la democracia deja en entredicho la verdadera motivación detrás de la marcha.

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