Este domingo, la Secretaría de Cultura nos recetó la primera emisión de su certamen-reality show México Canta. Viejos y conocidos clichés revolotearon sobre esta apuesta del gobierno federal para combatir desde la trinchera de la cultura la narcocultura y el boom de “la música que hace apología de la violencia”. La producción, realizada por Canal 22, lo mismo recordó al Festival OTI de la Canción que a La Academia, pero en versión de profunda austeridad republicana... Hubo cápsulas, comentarios, dictámenes aplaudidores y lacrimógenos por parte de un jurado de la industria musical (entre las voces autorizadas estuvo, qué gran sorpresa, Regina Orozco) y música en vivo. ¿Quién habrá sido el genio creativo que cree que un formato así es la mejor arma frente a un asunto tan complejo como la narcocultura? Como si Peso Pluma y Natanael Cano fueran la causa de la crisis de violencia en el país y no uno de los resultados de ésta. Por otra parte, ¿qué tan viable será que los ganadores, cuya elección se dará el 5 de octubre, alcancen, de verdad, un lugar en el gusto del público al grado de que puedan destronar a quienes hoy triunfan con corridos tumbados...? Lo que vimos el domingo fue, en síntesis, una caricatura de los reality shows que todos conocemos, abusando de sus más lacrimógenos recursos: llanto fácil, recuerdos familiares, historias de talento. La ficción de que cualquiera puede pasar de ser un artista anónimo a súper estrella de la noche a la mañana. Y la dudosa promesa de que serán apadrinados por este gobierno que tanto le ha dado la espalda a apoyar el talento en la cultura y las artes.
Lee también: La editorial mexicana que desecha libros en Estados Unidos
(Escríbanos a columnacrimenycastigo@gmail.com)

