Por: Guillermo Guerrero, Alberto Jaime y Octavio Trejo

El territorio de México se ve afectado por diversos fenómenos naturales difíciles de anticipar. Los más frecuentes son de orígenes geológico y climatológico. Por el lado del Pacífico las placas del Pacífico, de Rivera y de Cocos chocan y se subducen a la placa de Norteamérica, lo cual es causa frecuente de sismos de gran Magnitud como los de septiembre de 1985, y el reciente del 5 de septiembre, 2017. El temblor del 19 de septiembre de 2017, tuvo un origen intraplaca, de menor ocurrencia que los anteriores, aunque de menor magnitud, su epicentro ocurrió en el Edo de Morelos y causó muchos daños por su cercanía a las zonas conurbadas muy pobladas del Valle de México. En los eventos de 1985 y de 2017, los gobiernos municipales, estatales y el federal, se vieron rebasados por el desastre causado en una amplia franja del territorio nacional, además del Valle de México, siete estados sufrieron daños, algunos muy severos. En 1985 no había un sistema de protección civil, a pesar de que durante el siglo XX se tuvieron varios sismos de gran magnitud que afectaron a la Ciudad de México con daños graves en varios estados de la República afectando Oaxaca (Huajuapan de León, 1980), el sur de Veracruz (Jáltipan, 1959) y Tabasco. La pérdida de vidas humanas y el sufrimiento del pueblo en estos eventos han sido irreparables, y muy lamentables. Las pérdidas económicas estimadas van más allá de la capacidad financiera de municipios, estados y el propio gobierno federal. Como ejemplo, los sismos de septiembre de 2017 cobraron la vida de 477 personas, 98 en el sismo del 7 de septiembre y 369 en el del 19 de septiembre, respectivamente. De los 369 muertos, 228 ocurrieron en la Ciudad de México. Como resultado de los sismos, más de 170 mil viviendas fueron dañadas. De ellas, 115 mil experimentaron daño moderado que requiere de reparación, y 60 mil requieren ser reconstruidas.

Los Huracanes, lluvias intensas y sequías son los principales eventos climatológicos que afectan año con año el territorio nacional. La costa del Pacífico es camino natural de 14 huracanes por año y la del Golfo y del Caribe por 15 huracanes por año, de diversas intensidades. Se concentran entre los meses de mayo y noviembre. Con mucha frecuencia, huracanes de gran intensidad (categorías 3 a 5) penetran en el territorio del país y han causado graves y costosísimos daños en la población y en la infraestructura. Las mareas de tormenta asociadas a los huracanes elevan el nivel del mar provocando inundaciones en las costas, los vientos asociados pueden alcanzar velocidades superiores a 300 km/h que dañan instalaciones portuarias, industrias, hoteles, y viviendas. También, provocan lluvias intensas que inundan extensas áreas del país. Sus efectos alcanzan el Valle de México y el Bajío, en general, todo el territorio. Han causado terribles daños por muertes, destrucción de viviendas, líneas de transmisión y distribución de energía eléctrica e inundaciones en muchas ciudades del país. Algunos de los más graves fueron los huracanes Hilda y Janet en 1955 (con muchos muertos e incontables damnificados en Tampico y Chetumal), los sismos de septiembre de 1985 (más de 6,000 muertos), los huracanes Gilbert (1988, más de 200 muertos) y Pauline (1997, más de 500 muertos) y las lluvias de conveccción que produjeron la inundación de la costa de Chiapas en 1998. En este siglo, otros huracanes que han causado daños severos en el país han sido Wilma de categoría 5 (2005) que causó graves destrozos en la infraestructura de la península de Yucatán, con un valor estimado de seis mil millones de dólares. Manuel en el Pacífico, simultáneamente con el Huracán Ingrid (septiembre, 2013) en el golfo de México, provocaron fuertes lluvias y a su vez, inundaciones en gran parte del territorio mexicano. Se reportaron 123 muertos, 59 mil evacuados, y al menos 218 mil 594 personas afectadas y 35 mil viviendas dañadas. El huracán Odile (septiembre, 2014) ha sido el ciclón tropical más intenso en tocar tierra en la península de Baja California. Odile causó daños estimados en 1,220 millones de dólares. Las terminales aéreas de Los Cabos y La Paz fueron destrozadas, había unos 30,000 turistas a los que se refugió en 18 hoteles que sufrieron pocos daños. Días después, se implementó un puente aéreo con aviones comerciales y de las Fuerzas Armadas para evacuarlos. Recientemente, la inundación del estado de Tabasco en octubre y noviembre de 2020. En todo el país ocurren eventos catastróficos, a veces de manera simultánea en regiones diferentes.

Lo antes señalado conduce a varias reflexiones. La primera, México debe preparase cada vez mejor para afrontar eventos extremos. Para ello requiere que la infraestructura sea resiliente. Esto se logrará a partir de la experiencia que ya se tiene para mejorar la infraestructura existente después de un desastre. Así como al diseñar la nueva tomando en cuenta lo aprendido del comportamiento exhibido por edificios, caminos, presas, líneas de transmisión, respuesta de los cuerpos de emergencia, etc. La segunda, es proporcionar recursos económicos y humanos a las instituciones que tienen a su cargo el enfrentar las emergencias, tanto en los municipios como en los estados y en el gobierno federal. También es muy deseable que los tres niveles de gobierno cuenten con una bolsa de dinero para apoyar a las comunidades de manera expedita durante las emergencias. Además, para ayudarlas en la posterior recuperación.

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