Edgardo U. Benítez Eslava

Todos conocemos personas a quien parece siempre les va bien. No es un gran secreto, son personas organizadas en cuanto al uso de sus recursos materiales, económicos y de su tiempo. Estas personas cuentan con el hábito de planificar el empleo de sus recursos y aprenden a utilizarlos de la mejor manera posible. En efecto, ciertas actividades requieren de la elaboración de un plan: una carrera profesional, la formación de una familia, inclusive una fiesta formal.

Algo similar ocurre con las empresas. Aquéllas que se sirven adecuadamente de las herramientas administrativas, y de entre ellas la de planeación, suelen alcanzar el éxito. Por el contrario, sin importar su tamaño, las empresas que descuidan su planeación estratégica, táctica y operacional van desaparecido.

La planeación se compone de varias etapas. Comienza con el diagnóstico de la problemática que se requiere resolver y de determinar la situación a la que se desea llegar ; del diseño de alternativas de solución acompañado de una evaluación ex ante para determinar la factibilidad y beneficios de dichas alternativas; de una etapa de control y seguimiento de resultados para verificar, con base en indicadores de eficiencia, que los objetivos inicialmente fijados se alcancen y en caso necesario implementar las medidas correctivas. Finalmente, una etapa de evaluación de resultados permite reconocer si se han alcanzado de manera óptima los objetivos previstos o lo que se debe mejorar y aprender.

Al igual que las personas y las empresas, los Estados y gobiernos también deben emplear planeación científica como parte fundamental de su administración pública y del diseño de políticas públicas en favor del bienestar general (social, económico, cultural, medioambiental) de la población en su conjunto.

Los países que se consideran avanzados gozan de Indicadores de Desarrollo Humano (como medida de bienestar), de los más elevados, gracias a que se han provisto de instrumentos tales como instituciones y sistemas que planifican eficazmente su desarrollo. Dichos instrumentos emplean procedimientos democráticos para planear a corto, mediano y largo plazos, independientemente de la duración de sus periodos de gobierno.

Entre otras, las razones para realizar planeación a nivel nacional se encuentran: la independencia alimentaria; la soberanía energética; la seguridad tecnológica; el incremento de la competitividad, a escala mundial, de las pequeñas y medianas empresas (principales generadoras de empleo); la formación e integración de núcleos productivos de alto nivel tecnológico; y no menos importante, la protección del medio ambiente.

Dentro de la elaboración de políticas públicas nacionales destaca la necesidad de planear la infraestructura pues ésta constituye la plataforma logística para elevar la productividad y competitividad de todos los sectores de la economía de un país que realmente procura mejorar la calidad de vida de sus habitantes. Entre las principales características que la infraestructura tiene, se puede citar que se trata de un conjunto de estructuras, equipos e instalaciones provenientes de un proceso de Ingeniería, que su vida útil es regularmente de larga duración, que dan soporte a las actividades productivas de la sociedad y que sus beneficios se encuentran en los ámbitos sociales, ambientales, culturales y económicos.

La infraestructura abarca un amplio espectro de sistemas básicos para la actividad productiva a fin de ofrecer servicios que eleven el bienestar de la sociedad en su conjunto. Ejemplos de ello son los sistemas de transporte carretero, ferroviario, aéreo, marítimo y fluvial; los sistemas de abastecimiento de agua potable y saneamiento; la recolección y tratamiento de desechos; los sistemas de generación, transmisión y distribución de energía; las estructuras para la prestación de servicios sociales indispensables como escuelas, hospitales y vivienda; y no hay que olvidar los sistemas de telecomunicación que actualmente dan acceso a la información y al conocimiento.

La infraestructura no sólo sirve de soporte a las bases productivas, también tiene funciones de redistribución de la riqueza al proveer acceso a la población a mecanismos de movilidad social. Igualmente proporciona cohesión territorial a un país y sirve de soporte al crecimiento endógeno territorial equilibrado. En el otro extremo, la falta de infraestructura puede impedir el desarrollo regional armónico de un país.

Una herramienta útil en la lucha contra la inequidad económica y social lo constituye el reparto directo de subvenciones a las clases de menores ingresos. Sin embargo, otra herramienta más eficiente, por su efecto permanente y de largo plazo, sería la de proporcionarles infraestructura de alta calidad que propicie que los servicios lleguen a todos los niveles de la sociedad para garantizar una vida digna. Alcanzar un objetivo de esta naturaleza requiere de la mejor Ingeniería para el desarrollo de proyectos útiles; económicamente rentables, a precios justos para los usuarios y las empresas; respetuosos y amigables con el medio ambiente; pero, sobre todo, aceptados por la sociedad, sin cuyo apoyo no se alcanzarían los objetivos de equidad y bienestar que se requiere para superar el subdesarrollo.

Si nuestro país aspira de verdad a alcanzar mejores niveles de vida que lo ubiquen entre los países con los mejores índices de bienestar, debe impulsarse a partir de plataformas productivas competitivas. En un Mundo de economías abiertas, es necesario contar con un sistema de infraestructura eficientemente diseñada, construida y operada, y sin duda, sólidamente planificada.

Cada instante cuenta. Muchos países comenzaron a elevar su competitividad desde hace años mediante la modernización y mejoramiento constante de su infraestructura. El futuro de nuestro país depende de ello. México no puede quedarse atrás.

Comité de Planeación del Colegio de Ingenieros Civiles de México.

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