Nunca ha sido fácil enamorarse de lo nuevo. Si partimos del hecho de que no todos los que se atreven a probar lo novedoso tienen éxito, el enamoramiento se vuelve incluso aterrador. Sin embargo, el tiempo premia al aventurado y al que persevera.

La introducción del diseño asistido por computadora (CAD, por sus siglas en inglés) fue una revolución que permitió dar pasos agigantados en los procesos de dibujo tridimensional. En los tiempos del imponente restirador y su correspondiente juego de escuadras, una gota corrida representaba horas de trabajo de corrección. En el presente, la participación de las computadoras hizo más fácil y rápida la tarea de corregir, y claro, dibujar cualquier proyecto.

Por supuesto que esta revolución tecnológica no se limita al dibujo: la ciencia de los datos, el aprendizaje de máquina o la inteligencia artificial, antes consideradas disciplinas ajenas a la ingeniería civil, hoy se adoptan para mejorar la toma de decisiones en proyectos de toda índole. La Torre de Shanghai o la línea Crossrail en Londres son muestra clara que la integración de estas tecnologías podría representar la verdadera puerta al desarrollo. La concepción de uno y otro proyecto hubiera sido impensable sin el uso de toda una gama de nuevas tecnologías que van desde el diseño virtual de la construcción (VDC) hasta el modelado de información en la construcción (BIM).

No obstante, la inclusión de las nuevas herramientas computacionales ha representado un reto para los viejos y nuevos profesionistas de la ingeniería. Por un lado, tenemos a los jóvenes, impulsados por el uso de lo nuevo que buscan completar cualquier tarea fácil y rápidamente. Por el otro, están algunos profesionistas con más experiencia, renuentes al cambio e incluso temerosos de él. Esta falta de sinergia entre la experiencia y las nuevas tecnologías representa un lastre en ambos sentidos: tanto para transmitir la experiencia hacia los ingenieros jóvenes, como para guiar en los nuevos saberes a los más experimentados.

Desde la escuela, el uso de softwares ha generado un debate sobre su efectividad para favorecer la formación de los nuevos ingenieros: mientras unos argumentan que debe volverse parte de la currícula básica, otros defienden una formación tradicionalista que propicie el razonamiento. Ambas visiones tienen parte de verdad. Enfocarse en la enseñanza de un programa de computadora sin explicar los principios físicos que rigen al mismo crea usuarios, no ingenieros. Por otra parte, abstenerse de mostrar las herramientas más novedosas disponibles desampara al recién egresado en un campo laboral siempre cambiante. Aquí radica la importancia de la sinergia entre ambos, por eso el aporte del profesor con experiencia en manejo de nuevas tecnologías puede beneficiar como ningún otro el aprendizaje de sus estudiantes.

Estamos en el cambio de paradigma tecnológico y es indispensable colaborar para apostarle a lo nuevo sin abandonar las bondades de la tradición. Como me dijo un colega hace un par de días: quizás las nuevas tecnologías facilitan el hacer, pero es un hecho que no reemplazarán el pensar. Las continuas actualizaciones en los softwares los hace cada vez más eficientes, pero, hasta el momento, el criterio del ingeniero sigue teniendo la última palabra en la toma de decisiones.

Las nuevas tecnologías aplicadas a la ingeniería civil requieren de cautela, pero es imperativo conocer el origen para ver la tendencia. La profesión, como la sociedad, se mueve y los que formamos parte debemos movernos también. Es momento de voltear a ver al futuro y apostarle juntos a lo nuevo.

Por Daniel Díaz Salgado
Integrante del Comité de Tecnología del CICM

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