Sepultada la intención de prolongar su mandato por dos años más, como quería Andrés Manuel López Obrador, el ministro Arturo Zaldívar tiene un nuevo encargo: lograr que en su lugar quede uno de los nombres que convienen a Palacio Nacional, aunque no emocionen del todo.

El 31 de diciembre, último día del año, termina su periodo como presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y del Consejo de la Judicatura Federal. El 2 de enero de 2023, comienza el nuevo mandato.

La primera opción para sustituirlo es la ministra Yasmín Esquivel Mossa, llegada al puesto en marzo de 2019. El reto de colocarla en la presidencia de la SCJN no será fácil por su esposo incómodo, José María Riobóo. En distintas ocasiones ella ha declarado que el contratista y asesor favorito de López Obrador no tiene influencia en ninguno de los aspectos de su vida profesional. Parece complicado que la opinión pública y la oposición le crean.

La segunda opción, por difícil de creer, es Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena, llegado al puesto en noviembre de 2012, como herencia de Felipe Calderón. Sus posicionamientos y experiencia convencen. Pero incomodan dos cosas. Primero, sus presuntos vínculos vigentes con “la mafia del poder”. Segundo, un familiar cercano que mantiene negocios con el gobierno.

Pero las gestiones del ministro Zaldívar no serán de a gratis. El ofrecimiento es que si logra poner esa pieza del rompecabezas lo recompensarán con el respaldo para llegar a la Fiscalía General de la República, en lugar de Alejandro Gertz Manero.

Para conseguirlo, me aseguran, el ministro Zaldívar y su equipo ya tienen lista una estrategia de interpretaciones que logren superar el artículo 101 de la Constitución, que dicta: “Los ministros de la SCJN no podrán, en ningún caso, aceptar ni desempeñar empleo o encargo en la Federación”.

Según la imaginación y el cálculo, en el Senado no habría argumentos para rechazar a Zaldívar como nuevo encargado de la FGR porque ya lo aceptaron en 2009 como ministro. Pero la cámara alta de ese entonces y las condiciones del país son muy distintas a las actuales.

Esa misma imaginación y cálculo confía en que la llegada de Zaldívar mandaría un mensaje de pacificación en la Fiscalía, después de la época de guerra desatada por Gertz Manero, tanto dentro, como fuera del gabinete. La jugada de tres bandas también dejaría vacante otro asiento en la Corte para que el presidente López Obrador nomine a su quinto ministro o ministra.

Stent:

Después de pasar casi tres años en la congeladora por haber tenido una llamativa boda contraria a la austeridad, César por fin comenzaba a sentirse importante otra vez dentro del gabinete. Poco a poco iba recuperando la confianza política y la influencia, pero la publicación del libro terminó por darle un tiro en la sien. Cuentan que Adán Augusto trató de meter las manos para defenderlo, argumentó que César no tenía la culpa de lo publicado, pero el presidente consideró que sí, que pudo haberlo evitado fácilmente cuando se presentó la oportunidad. Ahora César desayuna, come y cena desprecio.

Derecho de réplica:

Salvador Vega Casillas me envió una carta para rechazar el relato que presenté aquí la semana pasada. Publiqué que cuando fue secretario de la Función Pública, en el gobierno de Calderón, realizó una llamada para frenar una investigación por lavado de dinero contra Genaro García Luna. Mis fuentes se mantienen en lo dicho y me hacen saber un nombre: Benjamín Albores Manzo.

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