La Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) celebra 200 años de existencia. Bajo diferentes nombres, esta institución del Estado ha buscado, por dos centurias, tender lazos entre México y el mundo. Por medio de la representación diplomática, la protección consular, el diálogo permanente con organismos internacionales, a través del intercambio cultural, educativo y científico, así como la cooperación para el desarrollo, la SRE ha demostrado ser uno de los baluartes de nuestra nación.

Fundada el 8 de noviembre de 1821 como Secretaría de Estado y del Despacho de Relaciones Exteriores e Interiores, pronto se fijaron las que serían dos de sus tareas principales: afirmar tanto la soberanía como la identidad nacionales; y, al mismo tiempo, conseguir los recursos económicos y humanos necesarios para acelerar el desarrollo del país.

Dichas tareas ocuparon buena parte de los esfuerzos de la secretaría durante el siglo XIX, particularmente, en la búsqueda de reconocimiento internacional tras la independencia. Más tarde, después del periodo revolucionario, los retos fueron distintos, pero no por ello menos complejos: por un lado, restablecer los vínculos con nuestros vecinos y aliados, por el otro, hacer de México un actor relevante en la comunidad internacional.

Con ese propósito, se expidieron durante el siglo XX sucesivas leyes y reformas para adaptar y modernizar una extensa tradición diplomática, acorde con las necesidades del momento histórico. Así, el Estado logró institucionalizar uno de los pilares que sostienen, hasta hoy, nuestra política exterior: el Servicio Exterior Mexicano.

Hoy nuestro cuerpo diplomático es motivo de orgullo, un verdadero ejemplo de profesionalismo, responsabilidad y pasión por el servicio público. Su historia institucional se entremezcla con las trayectorias individuales de hombres y mujeres provenientes de todo el país, egresados de instituciones de enseñanza superior tanto públicas como privadas; funcionarias y funcionarios comprometidos, que ofrecen su conocimiento y experiencia al servicio de la diplomacia mexicana.

Mi paso por la Cancillería –uno de los más grandes privilegios de mi carrera–, me permitió constatar de primera mano su vocación de servir al país, más allá de gobiernos o coyunturas particulares, así como su marcada convicción por la defensa de nuestros intereses en el mundo y de nuestros connacionales en el extranjero. No en vano la Secretaría es un ejemplo de solidez institucional, casa de una burocracia moderna con un fuerte sentido de pertenencia, que es mundialmente reconocida.

Tampoco es casualidad que, tanto en la Cancillería como en nuestro servicio exterior, hayan servido algunas de las figuras más ilustres de la vida pública mexicana, como Matías Romero, Jaime Torres Bodet, Gilberto Bosques, Fernando Solana, Bernardo Sepúlveda o Rosario Green, así como distinguidas personas de letras como Rosario Castellanos, José Gorostiza, Octavio Paz o Alfonso Reyes, por mencionar sólo algunos ejemplos.

En el siglo XXI, nuestra Cancillería es la plataforma del Estado mexicano para enfrentar desafíos que atañen no sólo a México como nación soberana, sino a todas las naciones del mundo. En el bicentenario de este baluarte de la construcción institucional, podemos confiar en que nuestra prestigiosa tradición diplomática seguirá siendo el principal referente en la dirección de nuestra política exterior.

Hoy, como ayer, la Secretaría de Relaciones Exteriores sabrá hacer de su pasión por servir su más grande valor.

Senadora de la República

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