Parece, pero parece mucho, que ahora sí nos va a cargar el payaso. Y el clown del carajo tiene nombre: ómicron —sí, acentuada la o inicial porque es esdrújula la brújula—. Y, si sucede, no será más que por vivir en Gansolandia. El resto del mundo, bueno, unos países más que otros, la van a librar. Nosotros, no, por la única razón señalada.

Recuerde usted que desde diciembre de 2019 sonaron todas las alertas cuando el primer brote de coronavirus en Wuhan, China, se puso al descubierto. Pero aquí, en nuestro mexicano domicilio, todo siguió tranquis. Que China estaba muy lejos, que ni quién la topara. Pero el bicho llegó en el primer vuelo o primer desembarco. Tres meses después de que los virólogos del mundo gritaron “peligro”, ¿recuerda el mensaje oficial? Repasémoslo: en nuestra edición del 22 de marzo de 2020 se recogen las palabras del Presidente cuando dice, como si tuviera no otros datos sino los datos únicos: “Si pueden hacerlo y tienen posibilidad económica, sigan llevando a la familia a comer, a los restaurantes, a las fondas, porque eso es fortalecer la economía familiar y la economía popular (…) No dejen de salir. Todavía estamos en la primera fase. Yo les voy a decir cuando no salgan”.

Lo real verificable es que no dijo ni pío ni usó cubrebocas y a la sana distancia auspiciada por su propia administración le dio la vuelta. Ahora que la variante ómicron, cuya agresividad es aún desconocida, ha presentado sus cartas credenciales, el Supremo convoca, ya con semáforo verde, a una gran verbena en la Plaza de la Constitución. Así de azules. La sentencia, en todos sus sentidos, fue emitida por el Presidente en su cuenta de Twitter: “Vamos a congregarnos, para no perder la costumbre, en el Zócalo democrático de la Ciudad de México. Nos vemos el 1º de diciembre a las 5 de la tarde”.

No entiende o le vale dos toneladas entender.

El doctor Alejandro Macías hizo un video para ir radiografiando al bicho ómicron: “…más que preocupar que tiene muchísimas mutaciones, lo que preocupa es que puede sustituir a la variante Delta y puede desplazarla; y eso sería una muy mala noticia para todo el mundo porque querría decir que inclusive los países que han sido azotados por la variante Delta, como México, pueden volver a ser azotados por una nueva variante”.

En otro momento, en tuit mañanero y dominical, el también doctor Arturo Erdely advirtió: “…mientras no estemos seguros (de la transmisibilidad y agresividad del virus), mejor aplicar el criterio de máxima precaución y, de momento, prevenirnos como si fuera más agresiva. El exceso de precaución no mata, pero al revés sí. Usa mascarilla y en la medida de lo posible quédate en casa”. Y poco antes había señalado: “Si el presidente quiere juntar a toda su gente en el Zócalo a pesar del repunte y la nueva variante pues... Los demás nos cuidamos como ya sabemos hacerlo, y cada quien que asuma las consecuencias de sus actos.”

Y la cabeza principal del sábado de este diario señalaba: “Ante Ómicron, urgen a México a aumentar vacunación y medidas”. A lo cual respondía en las redes Héctor de Mauleón: “Pero antes hay que celebrar en el Zócalo los tres años del triunfo, el ego enfermo de nuestro líder.”

La inocencia médica y cultural de nuestro país nos llevó a llenar, por ejemplo, conciertos musicales y estadios de futbol apenas pusieron el semáforo en verde, pese a que ambas actividades podían seguirse por muchos medios no presenciales. La variante Ómicron (decimoquinta letra del alfabeto griego, según consigna la RAE) viene con un payaso dispuesto a cargarnos.

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