Los ve usted, aunque no quiera, en las redes sociales . Es muy simple identificarlos por sus gustos en cuanto a música o programas televisivos o juegos de video. O porque presumen su ignorancia con interrogantes del estilo de “¿Creedence, qué es eso?, ¿Ray Manzarek, está en Netflix ?” Bueno, la cita no es exacta porque también son fácilmente ubicables porque desconocen olímpicamente el uso de la coma del vocativo, pero ya se hace usted una idea. Opinan de todo y, tristemente para ellos y para el país que los produjo, no saben casi nada de nada que no sea el precio de la entrada al antro. Beben una mezcla infame e inflamable que lleva el nombrecito bobo de “aguas locas” (una madre hecha con agua de la llave, edulcorante a granel y un destilado de quinta), que justificará su cercana ceguera física, pero que no alcanza para justificar su ceguera sináptica .

Y nada más. No encontrará entre sus afirmaciones aunque sea el título de algún libro y olvídese de todo lo que conforma al mundo.

“Oye, pues cada quien”, diría una voz anónima, pero no, porque a su pesar sí inciden en la realidad de todos, la de usted y los suyos incluida. Ahora que la vacunación para hacerle frente al Covid los alcanzó, le sacan. Tienen miedito . Se espantan. Se vuelven coyones. Su escaso acervo lingüístico sustituido, que no enfatizado, por emoticones, no les alcanzó para determinar en el registro en línea qué era eso de “ postración ”.

Pero lo superaron, gracias a San Google , y entonces, le digo, vino el problema más serio: su cobardía los ha llevado a no acudir masivamente a recibir la primera dosis “del biológico”. O, si acaso, todos esos que son mayores de 20 y menores de 39 años, acuden al sitio que les corresponde, hágame el señalado favor, acompañados de su mamá. Sí, leyó bien, van con su señora madre. Y allá va la sufrida mujer (la que les lava y plancha la ropa, la que les prepara la comida, la que los aguanta en su casa, la que cuida de sus hijos, o sea de sus nietos) con el inútil que le pregunta a los ya vacunados que si duele, que si se marearon, que si se sienten mal, que si la chingada.

Zacatones

, le digo. Zacatitos para el conejo.

Pero eso sí, en las redes se caen de valientes, si dice usted algo que no entienden o con lo que no están de acuerdo (es muy fácil no concordar con algo que se desconoce) le ponen comentarios que intentan ser sarcásticos o de plano “amenazantes”. Uy, mira cómo estoy temblando, podría responderles cualquiera. Y llegan a retar al interlocutor que ni los buscó ni los necesita: “Cuando te tope en la calle…”. Ajá, sí, con qué, ¿con todo y tu mamá porque como no quisiste estudiar tiene que mantenerte?

Seamos generosos, sin embargo: tener miedo es su derecho. Sólo que es preciso matizar de inmediato: si ese amplio sector poblacional es reticente a vacunarse , se convertirá de manera instantánea en un vector de contagio. Recordemos que ni siquiera con la doble dosis de las vacunas que se aplican en el país estaremos del todo a salvo de que el Covid nos atrape: no es magia, es química muy avanzada pero no es un líquido milagroso .

La generación de cristal le costará muy cara a México. En términos económicos, está visto: no aportan nada. La generación de los ofendiditos es ya, tan sólo con la prueba de una simple vacuna, una rémora. La generación mazapán (por formas de llamarse no paramos, como se dará usted cuenta) es una tragedia porque en cuanto los mayores de 40 en adelante por la razón que sea no puedan apoyarlos, el país se hará añicos, pedacitos, moronas.