Si una malvada mente maestra hubiera pensado en darle un golpe durísimo al movimiento que ya de manera casi mundial encabezan las mujeres en defensa de sí mismas, habría creado el “Caso Karen”.

Pero tal mente diabólica, refinada y creativa no es un fruto común por estas tierras. Aquí se usan recursos electrónicos para inundar las redes de contrapropaganda en caso de regazón —prácticamente unas dos o tres por semana, tanto del gobierno federal como de sus dependencias—, se les concede puesto y poder a sujetines que hasta hace muy poquito más de un año eran grises “comunicadores”, o si ya de plano la opinión pública es del todo adversa a las decisiones verticales del titular del Ejecutivo —suele pasar—, entonces se crea una humareda no por artificial menos efectiva y la atención se va para otro lado: lo mismo da “inaugurar” la construcción de un aeropuerto imaginario que brindarle asilo a alguno de los indeseables tiranuelos que nadie quiere en sus países. En cuanto el humo se desvanece persiste la huella de la regazón y empieza el control de daños que básicamente es irse “de reversa, mami, de reversa mami”. Y así, hasta la próxima.

Pero si juntamos a todo ese equipo que aplica una y otra vez la misma receta, no se alcanza a llenar ni el uno por ciento (1%) de la inteligencia de ingeniería social aplicada en el “Caso Karen”, que nadie creó pero que hizo un daño que llevará mucho tiempo sanar.

Con enorme trabajo y desde hace años se ha ido documentando, centrémonos en el mexicano domicilio, la existencia de las mujeres violentadas y asesinadas. Y ahora en los medios y en las redes sociales ha cobrado fuerza un movimiento hecho por mujeres y a favor de sí mismas que tiene toda la razón de su parte y alcanza ya una fuerza inusitada.

Y, finalmente, se genera una espontánea hermandad femenina en un acto tan sencillo en apariencia como es el performance creado en Chile de título “Un violador en tu camino” y cuyo mensaje, durísimo pero con altas dosis de verdad, está en una línea “El violador eres tú”, responsabilizando con ello desde luego a una sociedad apática cuyo poder recae mayoritariamente en los varones. Todavía no son mesurables los alcances de “El violador eres tú” porque si bien a esa protesta cada vez más amplia se suman a diario nuevas voces, todavía no alcanza su propia cúspide: por una parte conseguir un movimiento orgánico con tantas sedes como las mujeres de distintos países lo conformen, y por otra hacer efectivas las leyes y reglamentos que están ahí para proteger a las mujeres de las barbaridades a que se ven sometidas. Sin embargo, la base, que consiste en la unión y el acuerdo tácito de mujeres de distintas nacionalidades, ya está ahí y no será fácil que los gobiernos las ignoren. A menos que…

A menos que aparezca, de la nada, el “Caso Karen” y el efecto sea como un cañonazo en la línea de flotación de un movimiento cívico, femenino, como el que por fin lograron poner en la agenda mundial las mujeres mismas a través de ese performance que las une, las empodera y que puede tener muy buenos frutos para bien de todas y de todos.

Pero apareció una persona de nombre Karen. Sus apellidos carecen de importancia pero no el bombazo que le metió al naciente movimiento. A toro pasado, todo se ve muy simple: una señora, Karen, decidió irse a tomar unos tragos —es su hígado y su plata—, reunirse con amigos —como lo hace cualquier persona— y darse una noche libre sin avisar de sus planes a su familia. Esto último, que no debería de importarnos en lo más mínimo porque constituye parte de la vida privada de la señora, nos importó y nos importa porque ella misma envió un mensaje en el que decía estar en serio peligro, dado que su circunstancia igualaba al modus operandi de tantas y tantas mujeres que desdichadamente han perdido la vida. Desde luego, si basta que en las redes o en los medios aparezca una fotografía y unas líneas en donde se solicite apoyo para buscar a la persona posiblemente desaparecida y se genere una movilización cívica y a veces hasta un operativo policial, ahí estaba pues el método más sencillo para desaparecer una noche y reaparecer al día siguiente, y que un país entero respirara en paz al menos porque una potencial víctima ya en proceso de lo peor estaba sana y salva.

Pero no. La señora Karen, una mujer que dista mucho de la fotografía de cuando era muy joven, echó mano del delicado mecanismo de alerta para irse —con todo derecho, recalquemos— de fiesta.

En tanto apareció, este columnista se dio a la tarea de recoger la opinión de varones y mujeres de muy distinta procedencia socioeconómica, en un muestreo de lo más sencillo y a la mano. El punto de vista, maldita sea, se resume en una pregunta espantosa que abona la apatía y va en contra de todo movimiento en favor de las mujeres: “¿Ya viste por qué no les hacen caso?”

El movimiento que encabeza “Un violador en tu camino” proseguirá, seguro. Pero en México —tenía que ser en México, carajo— sufrió un golpe enorme que se habría evitado con un mensaje muy distinto, hecho del mismo teléfono y que dijera, con un par: “Acá su Karen se va a tomar unos tragos. Nos vemos mañana. ¿Algún problema?”

Justo un mensaje similar habría evitado el tremendo problema llamado “Caso Karen”.

Google News

TEMAS RELACIONADOS