Es incansable. Y, para su fortuna, leída y con un público que sabe de la fidelidad. Hoy, la edición conmemorativa de la novela Amores adúlteros —coescrita con Federico Traeger— se suma a su obra que abarca ya más de la docena de títulos. Una autora que ha dedicado su labor a escribir sobre otras mujeres es más que necesaria justo hoy, cuando la impunidad ha hecho precisamente de las mujeres su terrible coto de caza.

—Si hay un sitio de difícil acceso es el lugar donde se da la creación, un lugar protegido ya que contiene los muchos desdoblamientos de la personalidad del autor. En tu caso, con Amores adúlteros —y otros similares— abres ese espacio, permites que entre alguien más y mezcle sus ideas con las tuyas. La pose se rompe.

—No es pose. Es cierto que la creación normalmente se da en soledad. Pintores, escultores, compositores crean en sus estudios, sin testigos. Yo tengo varias novelas que escribí sola. Pero compartir las letras ha sido una aventura divertida y deliciosa. No fue planeada. El libro de Amores adúlteros nació de un ejercicio, de un juego. Cuando ya teníamos como 20 páginas escritas se las presenté a mi editor y le encantó la idea. Es un texto que salió de forma muy natural, entre Federico y yo, escrito a distancia por correo electrónico y que resultó ser un éxito de ventas. Salió de manera fácil y orgánica. Trabajar en equipo, para crear, también se vale, por eso después escribí un libro, pero a seis manos: Fecha de caducidad, junto con Armando Vega Gil y Eileen Truax.

—En la edición conmemorativa se reúnen las dos novelas que componen el trabajo tuyo y de Federico. El adulterio tal cual, sin embargo, parece que ya es un estigma lejano, que ha perdido peso. Y el problema es que si pierde peso, pierde sabor, sal y condimentos.

—Me parece que la prohibición continúa, tal vez más ligera, pero ahí está: los amantes sufren, se culpan, son juzgados. Todavía más si son mujeres. A los hombres se les permite, tácitamente, ser infieles. A las mujeres se les condena. Creo que es necesario que se hable del adulterio de manera abierta, que deje de ser tabú y se callen los prejuicios. Además, el placer está en la química, en el enamoramiento, en las ganas, en la maravilla de sentirse otra vez jóvenes, llenos de energía. En saber que gustamos. En desear y sabernos deseados. En ver el mundo con otros ojos, con más optimismo. Eso es lo que da el placer a las relaciones adúlteras.

—Esta edición conmemorativa está dedicada a Ramón Córdoba, editor, caballero y amigo. Habla un poco por favor de cómo era el trato profesional de Ramón con los autores, ejemplo de trabajo por cierto.

—Era, para mí, el mejor editor de México. Desde mi primera novela, publicada en 2003, trabajamos juntos. Y era una delicia. Un privilegio. Respetaba el estilo del autor y aportaba sugerencias e ideas que hacían que nuestros textos brillaran, que fueran mejores, pero sin querer cambiar nuestra esencia. Era profundamente respetuoso con nuestras letras. Tenía una mirada muy entrenada y no se le iba detalle. Lo mejor: amaba profundamente su trabajo. Le entusiasmaba. Y ese entusiasmo era contagioso. Lo voy a extrañar muchísimo. Y estoy segura que él hubiera estado feliz con esta edición del décimo aniversario: era uno de los proyectos de 2020 que más le apasionaban.

—Se ha incrementado, por fortuna, la lucha de las mujeres por la integridad de sí mismas. Pero a la vez, no deja de crecer la violencia y el feminicidio. Te pido un necesario posicionamiento.

—Las mujeres hemos cambiado: cada vez somos más libres, autosuficientes. Cada vez hay más mujeres trabajando fuera de casa. Mujeres más valientes y fuertes. Pero los hombres no logran digerir ese cambio. Y es probable que eso los enoje. Tal vez por eso tanta violencia. Es indignante y horroroso. El gobierno debe hacer algo ya, urgente. Poner un alto a la impunidad y a los feminicidios. La sociedad también tiene que hacer algo. Todos debemos involucrarnos. No debemos dejar que siga esta violencia sin sentido.

—Para redondear la idea y la charla, dime si en tus planes se encuentra una novela que se sume a la defensa de las mujeres, ya que tu voz llega fuerte y clara a muy diversos estratos.

—Siempre he escrito sobre mujeres. Desde mi primera novela. Es mi manera de defendernos. He rescatado mujeres de la historia que han sido libres, valientes. Independientes. Originales. Muy chingonas. Que le han demostrado al mundo la necesidad de que las mujeres tengan igualdad de oportunidades en todos los ámbitos. Al darles voz en mi texto, trato de darle voz, también, al resto de las mujeres. Me parece que mis novelas son un ejemplo y que las mujeres que las leen encuentran historias que las pueden hacer reaccionar, que las estimulan. Mis personajes son admirables y han construido su propia voz, su propio camino, más allá de sus parejas. A través de mis novelas le digo al mundo: Necesitamos más mujeres como ellas y que todas tengamos las condiciones necesarias para conseguir nuestras metas. En una sociedad con mujeres satisfechas, liberadas, autosuficientes, exitosas, todos salimos ganando. Y eso deberían saberlo los hombres.

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