Muchos estudiosos se preguntan por el sentido predominante en un poeta: el gusto, la vista, el olfato, el oído o el tacto. De entrada, anticipo, que todos los sentidos son convocados en la “Suave patria”. El “Proemio” termina así: “Suave patria: permite que te envuelva / en la más honda música de selva / con que me modelaste todo entero / al golpe cadencioso de las hachas / entre risas y gritos de muchachas / y pájaros de oficio carpintero”. (¿Ha oído a estos pájaros golpear con su pico los árboles?, yo sí). Parece obvio que si de un poeta se trata predomine el oído, pero el olfato también surge: ”Y por las madrugadas del terruño, / en calles como espejos, se vacía / el santo olor de la panadería”. El tápalo de una provinciana llena al país del “aroma del estreno”. El gusto, estoy indecisa de que pase lista de presente con el rompope, las compotas o de plano “en la picadura del ajonjolí”. A la vista, en fin, salta “el relámpago verde de los loros”.

Comienzo, ahora, por el principio. Advierte, que es un tenor lírico, el galán, el enamorado de la ópera, pero hoy está en el foro, donde se tratan los asuntos públicos, por lo tanto “alzo hoy la voz a la mitad del foro / a la manera del tenor que imita / la gutural modulación del bajo / para cortar a la epopeya un gajo.” Esa rima de gajo y bajo, un tanto violenta, no se escuchaba desde los versos (forzados adrede, pero en son de chunga) de Sor Juana. E insiste que se trata de una épica, pero con sordina, más acorde con su tesitura de tenor.

En el “Primer acto” describe los recursos con que cuenta la patria: el maíz, el petróleo, las minas, la capital y la provincia. Hace política y le da vuelo a la imaginación convirtiendo a la patria en una mujer: “Patria: tu mutilado territorio / se viste de percal y de abalorio”. A esa patria, le dirá más tarde: “quiero raptarte en la cuaresma opaca, / sobre un garañón, y con matraca, / y entre los tiros de la policía”. Saca a relucir, con el jarabe, a la charrería que es la cultura de Jerez, y del país. En el “Intermedio” evoca el suplicio de Cuauhtémoc: “único héroe a la altura del arte” y el símbolo mayor de la identidad nacional.

La ideología política de López Velarde no es un misterio. Pertenecía al Partido Católico Nacional y se lanzó como diputado suplente por Jerez, Zacatecas (no Jerez de la Frontera, como afirma Sheridan en “su” burlona biografía del poeta). Formó parte de los abogados que apoyaron a Madero, preso en San Luis Potosí, antes de fugarse a Estados Unidos. Se ha afirmado y negado que el poeta colaboró en la redacción del Plan de San Luis. El historiador Javier Garcíadiego sostiene que el Plan se escribió en el país vecino, pero por su carácter se puso al pie San Luis Potosí. Pudo ocurrir así. Pero un pronunciamiento (que es llamar a la población a levantarse en armas) para el 20 de noviembre, se cocina lentamente y, por lo tanto, es poco probable que su redacción fuera en Texas y no, antes, en San Luis Potosí, aunque se diera a conocer más tarde. De lo que no cabe duda es que López Velarde era maderista. Gacíadiego asegura que se filiaba a la encíclica papal en defensa de la clase obrera rerum novarum, ala progresista del catolicismo. Colaboró en el gobierno de Carranza como secretario particular de Aguirre Berlanga, secretario de Gobernación. El presidente Álvaro Obregón decretó tres días de luto nacional por la muerte del poeta. López Velarde falleció el 19 de junio de hace 100 años, mismo mes y año en que se publicó la “Suave patria”, cuna de la nación y del nacionalismo.

Profesora de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM e integrante CACEPS.
caceps@gmail.com

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