A partir del año 2005 vivimos en nuestro país un acelerado crecimiento en todo lo relativo al crimen y a la violencia que lo acompaña. La guerra al narco declarada por el expresidente Calderón provocó un fenómeno que, hoy en día, continúa derramando sangre por todo el territorio nacional. Pareciera una de esas películas japonesas del siglo 20, en la cual, a través de una enorme grieta en el fondo del mar, se liberaron los gigantescos Kaijus (monstruos) que simplemente no dejaban de emerger con la misión de destruir todo lo que encontraran a su paso.

Acorde a datos del Observatorio Nacional Ciudadano, la tasa de homicidio doloso (HD) aumentó de 9.3 a 23.05 HD por cada 100,000 habitantes en 14 años (2006 - 2020). Acompaña a esta estruendosa estadística el registro de personas desaparecidas que en el mismo lapso se triplicaron. Calderón y Peña Nieto fallaron, y hasta ahora, López Obrador sigue los mismos pasos de sus antecesores. En su primer año de gobierno se registró una tasa récord de 24.14 HD, prácticamente igual fue la del 2020 con todo y el encierro por la pandemia.

¿Cómo fue que esto ocurrió y por qué no se ha logrado recomponer la tan deseada pacificación? Es importante voltear a ver el pasado para entender el presente, los monstruos no salieron de la nada.

Las estructuras del poder (léase el PRI) que contuvieron, limitaron, escondieron y disimularon (mientras en el camino se asociaban) al mundo criminal durante décadas, sufrieron un importante reacomodo con la victoria de Vicente Fox en el año 2000. La alternancia trajo consigo el dejar de ser gobernados por una impecable estructura vertical de poder, en donde la presidencia regía sobre los gobernadores, alcaldes, fuerzas armadas, policías, al igual que sobre los poderes judicial y legislativo.

Este reacomodo que inició con la victoria del PAN por la gubernatura de Baja California en 1989 conllevó a que los arreglos cupulares, entre los que detentaban el poder político y el poder criminal, se fragmentaran al ya no poder ser llevados a cabo a la antigua usanza.

La dificultad y el peligro de transportar un cargamento de drogas (sin ser interceptado) desde Suchiate hasta Nuevo Laredo aumentó exponencialmente. Ahora la autoridad estaba dividida entre varios estados con gobernadores de diferentes partidos con sus respectivas policías y con presencia militar. Anteriormente bastaba con llevar a cabo un solo arreglo con alguna de las cabezas políticas del viejo régimen. De aquí, en gran parte, que el mundo criminal decidiera imponer una directriz de fuerza bruta para continuar con sus labores comerciales.

Los delincuentes difícilmente podrían haber crecido como lo hicieron sin su contraparte política. Sin lugar a duda se forjaron alianzas entre “los buenos y los malos” desde los años 70´s hasta los 90´s Curiosamente, la percepción para gran parte de la población es que estas alianzas brindaron resultados positivos, ya que durante muchos años las calles fueron seguras.

Después de la brutal escalada de violencia experimentada en el sexenio de Calderón, el voto mayoritario en la elección de 2012 fue para el PRI, ya que en el imaginario colectivo ellos “sí sabían hacer las cosas” y podían mantener a raya al crimen organizado. Y bueno… ya sabemos cómo nos fue con Peña Nieto y su “nueva generación” de gobernadores.

El actual gobierno recibió al país en una profunda crisis de violencia y las acciones llevadas a cabo hasta ahora solo han logrado una relativa contención en niveles históricamente altos, y sin embargo, el gasto público concerniente a todos los rubros de seguridad y justicia no alcanza siquiera el 1% del PIB.

Estamos entrampados sin una aparente salida, al menos no en el corto plazo. Aquellas alianzas que mantuvieron seguras las calles por décadas produjeron insaciables monstruos que emergieron hace una década con un hambre voraz, pero a diferencia de aquel entonces, ahora con menor necesidad del poder político.

POSTDATA

Chile ha vacunado a poco más del 30% de su población. Sin embargo, al flexibilizarse las restricciones, se creó la falsa sensación de que lo peor de la pandemia había pasado. Esta sensación de seguridad contribuyó a un fuerte aumento de nuevas infecciones y muertes que ahora sobrecarga su sistema de salud. Aprendamos de otros y no cometamos los mismos errores. Síganse cuidando y no bajen la guardia.

Consultor en seguridad y manejo de crisis.
@CarlosSeoaneN 

Google News

TEMAS RELACIONADOS