Uno de los puntos medulares del curso que imparto de manejo de crisis es acerca del proceso de toma de decisiones y la responsabilidad que ello conlleva, ya que, sin lugar a duda, aquellos que gestionaron el problema de dimensiones superlativas serán llamados a rendir cuentas, independientemente de los resultados obtenidos.

Mi experiencia profesional me ha enseñado que la gran mayoría de las personas, organizaciones o gobiernos pueden argumentar casi a la perfección por qué no fue su culpa o su responsabilidad los resultados de sus propias decisiones (o la falta de estas) durante una crisis. Pero muy pocos tienen la capacidad de adueñarse del problema y reconocer su responsabilidad ante un proceso de rendición de cuentas.

Esta breve introducción viene a colación derivada por lo dicho por el presidente el pasado martes reconociendo que pudo haber mandado una alerta con más fuerza sobre la llegada del huracán Otis que devastó a Acapulco: “Pensé en decirlo más fuerte, o sea, viene cañón, algo así, pero dije no, con esto basta”, dijo. Me deja sin palabras.

El mandatario publicó un mensaje en Twitter (ahora X) a las 20:06 Hrs. por la noche previo al impacto del meteorito categoría 5 que se sabía acompañado por una enorme cantidad de lluvia y rachas de viento de hasta 270 kilómetros por hora que producirían daños catastróficos.

¿Y qué si hubiera agregado a su mensaje “viene cañón”? México tiene alrededor de 17 millones de usuarios en Twitter. Me pregunto, ¿cuántos de ellos vivirán en Acapulco y municipios aledaños y cuántos seguirán a López Obrador?, ¿en serio tenemos que depender de la cuenta de Twitter del presidente para dar aviso de una amenaza en ciernes?, ¿de verdad el alertamiento ante un huracán categoría 5 solo pudieron ser mensajes en diferentes cuentas de redes sociales de algunos funcionarios de gobierno?

No tengo la menor duda que las principales cadenas de televisión hubieran interrumpido su programación para dar el aviso en cadena nacional y que las 24 estaciones de radio en Acapulco podrían haber alcanzado a cientos de miles de guerrerenses que se dieron cuenta de la llegada de Otis hasta que ya lo tenían encima, literalmente.

Para las 12:15 Hrs. del martes 24 de octubre ya se sabía que Otis era un huracán categoría 1 y que se iba a impactar en la costa grande de Guerrero. Para las 15:15 Hrs. ya había datos que indicaban que había evolucionado a categoría 3 y que se dirigía a Acapulco con una gran probabilidad de seguir escalando en dimensiones. ¿Hubiera hecho alguna diferencia un alertamiento masivo por distintos medios unas cuantas horas antes? En términos de destrucción, no, pero en términos de pérdida de vidas, sí. Y sin lugar a dudas, nadie estaría recriminando si las autoridades estatales y federales hubieran llevado a cabo su máximo esfuerzo por tratar de proteger a la población de un fenómeno climatológico atípico.

Y a todo esto…¿dónde demonios estaban la gobernadora guerrerense, Evelyn Salgado, la coordinadora nacional de Protección Civil, Laura Velázquez Alzúa o el titular de Protección Civil de Guerrero, Roberto Arroyo Matus, durante la escalada de categoría 1 a categoría 5 de Otis? Pregunta sin respuesta hasta ahora.

Para finalizar, la cereza del pastel: Posterior al impacto del meteorito, se declararon en estado de emergencia a 47 municipios por “la ocurrencia de lluvia severa y vientos fuertes” (¿De verdad no pueden escribir ‘Huracán categoría 5 en la escala Saffir-Simpson’?) Sin embargo, 16 días después eliminaron el estado de emergencia en 45 de los 47 municipios.

¿Y qué dijo López Obrador acerca de esta reducción? “Es que hubo un error, lo aceptó la coordinadora de Protección Civil, no fueron 43 o 47, básicamente dos, Acapulco y Coyuca, pero es de seres humanos rectificar, o sea cambiar de opinión.” En la iniciativa privada, la Sra. Velázquez Alzúa ya estaría buscando un nuevo empleo al haberse equivocado, rectificado o cambiado de opinión en un 95%, pero no en el gobierno mexicano, aquí nadie es responsable de nada, ni nadie rendirá cuentas a la población.

¿O usted, amable lector, ha sabido de algún funcionario que haya sido despedido o mínimo, que haya renunciado como un acto de dignidad ante la muy pobre respuesta previa al impacto de Otis? Ya no digamos después del impacto.

POSTDATA – El gobernador potosino, Ricardo Gallardo, dijo recientemente: “Hay amigos que le hablan a otro y le dicen: ‘Oye, acabo de matar a un cabrón. ¿Qué hago? Vente, ayúdame’. No falta el que te dice: ‘Ya te mandé un abogado, el más chingón de todo México para que te ayude’. Bueno…es un amigo medio, se hace güey. Pero hay otros que te dicen: ‘Ya voy con la pala para enterrarlo, ya voy para allá. Esos son los amigos chingones”.

Esto en un país en donde hasta el viernes pasado se acumularon 171,658 víctimas de homicidio doloso y 46,907 personas desaparecidas y no localizadas durante el presente sexenio.

Consultor en seguridad y manejo de crisis

@CarlosSeoaneN

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