En su conferencia matutina el pasado 16 de julio, el Presidente admitió la dificultad para disminuir la violencia en el país bajo la sombra de un claro indicador como el índice de homicidios. Al igual que siempre, señaló que este es un problema heredado de las administraciones pasadas que dirigieron el PAN y el PRI. Pero ¿cómo estamos en realidad?, ¿ha mejorado o empeorado la seguridad desde la llegada de López Obrador al poder? Espero poder dar luz de forma sencilla a tan delicado tema.

Acorde al INEGI, en el año 2018 se reportaron 36,685 homicidios (año que marcó récord). En 2019 fueron 36,661, y hace unos cuantos días, reportó el registró de 36,579 homicidios dolosos durante 2020. Durante estos últimos tres años hemos tenido una inamovible tasa de 29 homicidios por cada 100 mil habitantes, la más alta que se tenga registro desde 1990 cuando inició este conteo.

¿Es esto una buena o mala noticia? Entendiendo la brutal escalada de violencia que sufrió nuestro país durante el último trienio del gobierno de Peña Nieto, es una buena noticia que las cifras hayan, de cierta forma, topado un techo y no haber seguido escalando. Pero, por otro lado, a esta altura del sexenio, si la estrategia de seguridad estuviera funcionando, ya debería apreciarse una tendencia continua a la baja (aunque fuera modesta), cosa que no está ocurriendo.

Los primeros seis meses del presente año reportan 16,937 homicidios (con un promedio mensual de 2,823 muertes). De seguir esta tendencia, el 2021 terminaría con alrededor de 34 mil asesinatos, lo que significaría una reducción cercana al 8% respecto al año pasado. ¿Es esto una buena noticia? Sí lo es, por primera vez se vería - finalmente - una reducción cercana a dos dígitos en un indicador que provoca un daño brutal, que todo mundo entiende y que no se puede disimular ni esconder. Un 8% es una pequeña reducción, pero en cifras de estas dimensiones, ya no resulta marginal.

El gobierno de Felipe Calderón registró casi 122 mil homicidios dolosos mientras que el de Peña Nieto ligeramente arriba de 156 mil. López Obrador lleva acumulados al corte de junio del presente año poco más de 93 mil. ¿Es esta una mala noticia? Sí lo es. A este paso, en 10 meses rebasará la cifra del sexenio de Calderón y en 22 meses la de Peña Nieto.

Ahora, este sexenio lleva recorrido el 45% de su camino, lo que significa que le queda por delante 38 meses. Si el gobierno lograra mantener la tan anhelada tendencia a la baja en la tasa de homicidios, ¿para cuánto le alcanzaría el tiempo restante? Seré optimista y diré una reducción de 8% en el presente año al igual que en cada uno de sus años finales. Esto significa que la historia marcaría que “los muertos de López Obrador” rondarían una cifra de 200,000 asesinatos. Es una muy mala noticia.

Conociendo los ciclos del poder político sexenal y sabiendo que la carrera sucesoria se abrió mucho antes que en el pasado, el Presidente irá perdiendo dominio e influencia aceleradamente a partir del último trimestre del siguiente año. ¿Es esta una mala noticia? Sí lo es para la seguridad en México, las baterías van a estar enfocadas en otras direcciones.

En el año 2011, Honduras tenía una escalofriante tasa de 82 homicidios por cada 100 mil habitantes. En 2020, después de nueve años, logró una notoria reducción a 37. A Guatemala le tomó una década reducir su tasa de 42 a 15 homicidios por cada 100 mil habitantes. Independientemente de las diferencias entre sus grupos criminales y los nuestros, el mensaje es claro, no hay fórmulas mágicas ni voluntades todopoderosas que logren grandes resultados en unos cuantos meses o años, se requiere un proyecto de largo plazo con seguimiento estrecho y la capacidad de hacer ajustes constantemente.

Desearía que los “abrazos y no balazos” y que los “becarios sí, sicarios no” pudieran lograr la pacificación de nuestro país, pero las cifras que no mienten y los ajustes simplemente no llegan. Esa también es una muy mala noticia.

P.D. En mi columna de la semana pasada denuncié el cobarde asesinato de Aranza Ramos en Guaymas, Sonora, su “pecado” fue no cesar en la búsqueda de su esposo desaparecido desde hacía seis meses. Ahora tocó el turno a José Nicanor Araiza en Zacatecas, su pecado, al igual que el de Aranza, buscar a su hijo desaparecido desde hacía 34 meses. Una amorosa esposa y un padre devoto que perdieron la vida por el simple hecho de ser nombrados activistas mientras trataban de encontrar la paz interior localizando huesos enterrados.


*Consultor en seguridad y manejo de crisis
Twitter: @CarlosSeoaneN

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