Recuerdo cuando en marzo del año pasado, Hugo López-Gatell afirmó que sería preferente que el presidente López Obrador padeciera coronavirus, ya que, al no ser una persona de especial riesgo, se recuperaría al cabo de 14 días y quedaría inmune. Como profesional de la seguridad, al escuchar semejante declaración, se encendieron los focos rojos y sonaron las sirenas dentro de mi cabeza… ¿cómo diablos sería algo preferente que el mandatario adquiriera una enfermedad desconocida que acababa de ser calificada como pandemia por la Organización Mundial de la Salud? Al menos en los Estados Unidos es la causa No.1 de muerte en la actualidad.

Dejando de lado tantas y tan desafortunadas declaraciones como la anteriormente descrita, al igual que teorías sospechosistas acerca de un posible falso contagio, entendamos la importancia de tener a un primer mandatario pleno en sus funciones.

En Estados Unidos, ocho presidentes han perdido la vida ejerciendo el cargo, y un tanto similar sobrevivieron atentados, pero nuestro vecino del norte cuenta con la figura del vicepresidente, nueve de ellos ascendieron a la presidencia ante la muerte o renuncia de su antecesor. No existe vacío de poder alguno, el reemplazo es inmediato, legal y legítimo para toda la nación y el mundo. ¿Cuál es el mensaje? No importa la muerte de la persona per se, importa el cargo que representa y su continuidad es de vital importancia.

En México, desde hace un siglo, no ha habido un presidente que haya perdido la vida en funciones, Venustiano Carranza asesinado en 1920 fue el último. Pero desde 1913, cuando José María Pino Suárez fue ejecutado, no contamos con la figura de vicepresidente, misma que fue suprimida por el Congreso Constituyente de Querétaro en 1917.

Siendo el PRI un partido plenipotenciario durante más de 70 años, por alguna extraña razón, nunca pensaron en la posibilidad de que un mandatario pudiera morir durante su sexenio, motivo por el cual, la ley no contemplaba ese vacío. No fue sino hasta el presente siglo que se hicieron las modificaciones legales para enmendar tal error: “En caso de falta absoluta del Presidente de la República, en tanto el Congreso nombra al presidente interino o substituto, el Secretario de Gobernación asumirá provisionalmente la titularidad del Poder Ejecutivo”.

Y, específicamente para el caso actual, “Cuando la falta absoluta del presidente ocurriese en los cuatro últimos años del período respectivo, el Congreso de la Unión, designará al presidente substituto que deberá concluir el período, siguiendo, en lo conducente, el mismo procedimiento que en el caso del presidente interino”.

¿Se imaginan la carnicería de “mafiopolíticos impunes o incompetentes inimputables con hambre de poder” (Buscaglia, 2020) en búsqueda de la presidencia si el Covid-19 imposibilitara a AMLO para continuar su mandato? El proyecto Lópezobradorista, sin él, no existe, y Morena es una bizarra mezcla de tribus de todos los colores del arco iris político que no pudo ni elegir a su propio presidente de partido, tuvieron que recurrir al INE para ello.

No solo la seguridad y protección física del Presidente deberían de ser la más alta prioridad, también su salud (no vacunarlo desde el principio fue una estupidez mayúscula) ya todo lo concerniente a su bienestar y salvaguarda recae en el campo de la seguridad nacional, ya que su ausencia causaría una irrupción en la estabilidad política, social y económica del país. Podrá gustarnos o no, pero México tiene estabilidad ante el mundo con un mandatario elegido democráticamente en las urnas.

Cualquier otra alternativa por el momento, y en estas graves circunstancias sociales y económicas que estamos viviendo, la ausencia permanente de AMLO acarrearía mayores consecuencias negativas para nuestro país.

POSTDATA – Deseo al Presidente una pronta recuperación. Esperemos que este capítulo ayude en algo a mejorar la estrategia de combate al Covid-19, ya que aún nos queda largo camino por recorrer con la pandemia.

Consultor en seguridad y manejo de crisis.
Twitter: @CarlosSeoaneN 

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