En días recientes han circulado tenebrosas imágenes del cielo de Pekín, China, envuelto en una densa niebla amarillenta. Lo que se ve, parecería haber sido obtenido de alguna película apocalíptica que se desarrolla en un panorama desolador. La causa del fenómeno ha sido una gran tormenta de arena proveniente del desierto de Gobi, agravando la calidad del aire que ya de por sí es muy mala en esa región.

A miles de kilómetros de distancia, en México enfrentamos una cuestión similar. El aire contaminado y venenoso que respiramos en las grandes ciudades del país es una amenaza a la salud de millones de personas que se ve en un mayor detrimento a causa de la propagación del Covid19. A diferencia de Beijing, la tormenta de arena que agrava este problema son las evasivas a las que recurren principalmente los gobiernos estatales para cumplir a lo que están obligados por ley.

Un ejemplo es lo que pasa en el Estado de México, un gobierno que, en opinión de Greenpeace México, parece estar comandado por profesionales de la simulación y los montajes de escenas. Si bien, desde hace un par de años presentaron con bombo y platillo un programa para mejorar la calidad del aire con horizonte para 2030, los planes para implementar las medidas y líneas de acción respectivos son prácticamente nulas e incipientes, lo cual es aún más preocupante estando a dos años de que la administración de Alfredo del Mazo termine.

Con dos de las zonas metropolitanas más grandes y pobladas del país a su cargo, la necesidad de transformar los sistemas de transporte público y la implementación de redes de movilidad activa, como la bicicleta, son uno de los varios imperativos irrenunciables para lograr disminuir la contaminación del aire en la entidad. Sin embargo, aun con la presión pública y el constante trabajo que se ha realizado, principalmente desde colectivos mexiquenses, la respuesta del gobierno sigue siendo decir que sí, pero no cuándo.

Por si fuera poco, los protocolos para que el gobierno tome medidas más fuertes cuando la contaminación está en niveles mortales, tienen un rezago que contribuye a agravar la salud de las personas. Eso se reflejó en un juicio de amparo en el que Greenpeace demandó al gobierno del Estado de México. El motivo: carecer de un protocolo para informar a la población cuando la contaminación rebasa límites que pongan en riesgo la salud humana, conforme a los parámetros establecidos por las Normas Oficiales Mexicanas respectivas. A su vez, se exigió limitar actividades industriales, de transporte, entre otras cuando se presenten estos escenarios.

En la sentencia respectiva se reconoció que el gobierno del Estado de México viola los derechos a un medio ambiente sano y a la salud, por lo que se ordenó generar un nuevo programa de contingencias ambientales.

A pesar de que la sentencia se emitió hace casi un año, una vez más la respuesta del gobierno sigue valiéndose de subterfugios legales para postergar al máximo posible hacer aquello a lo que están negados rotundamente: trabajar por la salud de la población. Así, la forma de operar de un gobierno que vela mucho por la forma pero muy poco por el fondo de las cosas, impide un pleno acceso a la justicia para millones de personas.

Se suma también al panorama del aire contaminado el caso de la Ciudad de México, que si bien ha tomado más medidas para contribuir a la solución de este problema, aún tiene pendientes en la materia. De igual manera, actualmente se encuentra en proceso de revisión un amparo con el mismo fondo que el anteriormente mencionado para contar con umbrales más estrictos al declarar contingencias ambientales.

Ante la magnitud tan grande de un problema que excede las dimensiones de una sola ciudad, se requiere un liderazgo mucho mayor para que este tipo de medidas sean tomadas a nivel metropolitano. Será necesario que los órganos que tienen facultades de coordinación, como es el caso de la Comisión Ambiental de la Megalópolis, redoblen esfuerzos y canalicen estas exigencias sociales a los respectivos gobiernos para vislumbrar resultados positivos en un plazo más cercano.

Ahora que entramos en la fase del año que se conoce como la “temporada de contingencias ambientales”, será buen momento para reflexionar al respecto y exigir un trabajo más fuerte y constante a quienes están a cargo del timón del barco y que cesen las tormentas de evasivas.

Coordinador de Ciudades Sustentables en Greenpeace México

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