“Julio [Scherer García] que es lo que más amas en la vida, las palabras, querido Carlos, las palabras, sin ellas no existimos”.


No sé qué pensará mi director editorial, David Aponte Hurtazo, mucho menos mi querido hermano, Juan Francisco Ealy Lanz Duret, nuestro director general en “El Universal”, mi casa editorial y lo digo con orgullo; pero si este escrito ve la luz es gracias a ellos y, sobre todo, a la libertad de expresión que para el escribiente es lo más sagrado. Así lo aprendí de los mejores, de los gigantes a los que tuve el privilegio de tratar, de conocer y cuestionar.

Leo con mucho interés esta semana una serie de “loas” y pretextos en torno a las personalidades periodísticas de la verdadera historia de la “libertad de expresión” que vivió mi generación, todos los que nacimos en los años sesenta y que no participamos, por obvias razones, en el movimiento del 68. Amén de creer en él. A mi padre le pregunté todo lo que pude acerca del movimiento, le expresé mis dudas y esperé su guía, y él mismo eludió de manera elegante las respuestas para con esto evitar que me metiera donde no tenía nada que decir. No obstante muchos de mis idolatrados periodistas, entre ellos Julio Scherer García, tuvo mucho que decir y más que escribir de ese periodo interesantísimo del México maduro y encaminado hacia el fin de siglo.

Justo de Julio y de sus grandes compañeros me toca escribir en esta ocasión… en el nombre de Scherer se encierran más de siete décadas de viajes periodísticos. Proceso, por cierto, se aproxima al medio siglo pero ahora desde una reinvención necesaria. Aunque siempre he admirado esta publicación, lo digo con respeto, no siempre he estado de acuerdo con algunas de las plumas que ahí publican, sin embargo, dicho sea de paso no me corresponde a mí juzgar, pero como lector puedo opinar… y siempre la tibieza me ha parecido un tanto deleznable. Proceso es por mucho, a la fecha, la mejor revista política del país y lo ha sido desde su fundación en 1976. Hoy, de manera inevitable, debe renovarse hacia el mundo digital que brinda otras libertades de expresión ineludibles.

Hace algunos días, desayunando con uno de sus legendarios fundadores, exdirector general y, en la actualidad, presidente del consejo de administración, Rafael Rodríguez Castañeda, retomábamos una conversación pre Covid en la que sugerí la posibilidad de realizar una serie de televisión con la historia, la formación, los orígenes y sobre todo los personajes que dieron vida a Proceso: Scherer, Leñero, Granados, Monsiváis, y ese largo etcétera de genios de la pluma con un valor monumental, temerario e irrepetible. Debo confesar que mi propuesta surge desde un interés muy personal por participar en dicha serie televisiva.

YO [y perdón por las mayúsculas] sería un voraz, empecinado e irremediable seguidor de una serie televisiva con esas características. Proceso y sus fundadores lo valen en demasía, además sus lectores y seguidores también pienso que lo desean, somos miles los que hemos seguido la herencia e historia de Proceso desde el golpe a Excelsior por el gobierno. Muy feliz me haría ver en la pantalla, las acciones de Julio, Miguel Ángel, Carlos y Vicente acompañados de tantos héroes y heroínas que dieron forma a este monumental tributo a la libertad de prensa y pensamiento del México contemporáneo.

Las generaciones actuales y las del porvenir deben conocer los antecedentes de esta mística epopeya periodística, para que sientan el orgullo que sentimos los que tuvimos el privilegio de leer esas notas y saludar a esas mentes generosas que tanto bien hicieron y hacen por nuestro amado México.

Hasta siempre, buen fin

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