Caí en cuenta en mi más reciente vuelo camino a Oaxaca que una, de las miles de leyendas que giran alrededor de quizá la máxima personalidad influyente, extravagante, exótica y genial que heredó mi camada podría ser cierta. Cuenta la anécdota que cuando el surrealista más grande de la historia ( obvio, para el gran desconocedor del tema que soy yo ), decidía tomar una siesta y descansar de su agitada vida, locura y quehacer cotidiano entre joder ( perdón por el catalán ) a su amada Gala -en todos los sentidos- y tratar de medio ordenar su monumental creatividad, el celebérrimo creador se acomodaba en su sillón favorito con una cuchara en la mano derecha, sosteniéndola entre el índice y el meñique, colocaba un plato en el piso a escasos centímetros y cuando se dormía y soltaba el cubierto de metal que golpeaba ruidosamente la vajilla, sabía que había descansado, aseguraba fervoroso que en el sueño -como en el espacio- el tiempo no existe, no desgasta y estaba plenamente convencido de que los micro segundos que tomaba " su " cuchara en golpear " su " plato, era una eternidad suficiente para descansar por completo. Cierto o no, creo en este original cuento, porque me acaba de suceder por enésima vez en un trayecto, donde por lo regular al despegar el avión y cuando sostengo mi iPod en la mano durante el acenso invariablemente termina en el piso a partir del despegue al quedarme dormido como el sublime ESPAÑOL -todas mayúsculas- Don Salvador Dalí. La primera vez que me fijé en el, debo haber tenido unos 11 años de edad, por allá a principios de los años setentas del siglo pasado ( soy del 62' ) cuando empezaba fascinado a descubrir, entender y aprender muchas cosas, casos y caos; las mujeres, la música, los toros, las manifestaciones, el 68' - hoy aún lleno de interrogantes para mí - las revoluciones, la lectura; Spota, Puzo, Lewis, Rulfo, SAINT-Exupèry, Fuentes, García, Vargas; la hipnosis ( mi Padre fue el mejor practicante del hipnotismo de su generación ), la pintura y particularmente Miró, van Gogh y por supuesto Dalí, además de un largo etcétera de descubrimientos personales, inacabados y llenos permanentemente de curiosidad. Ahí y de repente se me apareció el "Maestro" como le decía Zabludovsky, una noche cualquiera en la que Don Jacobo entrevistó a Don Salvador, en ese momento irrepetible me cautivó, me deslumbró por su personalidad, su obra, osadía, desparpajo, descaro y grandeza que aún hoy me conmueve hasta la médula por su máxima expresión con su pincel, con su tinta, con su bendita locura y su incomparable teatralidad. Con los años lo seguí estudiando, vislumbrando, buscando y eventualmente encontrando, cuando a finales de los noventas tuve la valiosa oportunidad de ver y analizar su obra de frente, en los museos españoles, italianos y franceses. No, todavía no visito su museo personal en Figueres, provincia de Girona en Cataluña, (no sé realmente por qué, pero entre los barceloneses y yo no hay una gran química y aún así amo Barcelona, aunque jamás les perdonaré el haber cancelado -por lo pronto- las corridas de toros). Seguramente el año próximo tendré la obligación de conocerlo y acabar de entregarme por completo a mi admiración por el Maestro. Por lo pronto, en este viaje memorable que acabo de iniciar por el viejo continente, me preparo para visitar una vez más las salas dedicadas tanto en El Reina Sofía como en el Thyssen Bornemisza al inmortal pintor, escultor y un largo etcétera de virtudes, comercializadas o no que tan buen mercantilista ejemplificare el siglo XX. En la casa de ustedes, queridas lectoras, apreciados lectores, engalanan la sala y el comedor dos obras litográficas firmadas en original por Dalí (vaya a usted a saber, si sea cierto, lo que me dijo el vendedor de ojos rasgados que me las vendió en "chinatown" en San Francisco, CA. USA. Que juró por la memoria de sus ancestros que eran copias autorizadas y firmadas en original por el el autor). Los títulos de las obras se explican por sí solos "Lincoln" con una Gala -el amor de su vida bisexual- luciendo su espectacular anatomía al natural y " El Gran Masturbador " , que la entendí a partir de los 12 años, como la mayoría de mi generación, la previa y seguramente las subsiguientes. Con esta entrega no pretendo -no podría- tratar de describir al maravilloso, inmortal e incomparable artista, solo es un breve y respetuoso intento de traerlo a la memoria de quienes debemos, por adoración señalar lo más sublime de los tiempos de nuestra existencia al buscar recibir y entender su memorable grandeza. Para cerrar lo hago con el homenaje que el magistral grupo peninsular Mecano, lo enseñoreo ..... las sílabas melodiosamente musicalizadas de formas adecuadas "un genio" ..... Salvador "El divino" Dalí estarás eternamente en nuestras sensaciones y oraciones por tus elucubraciones milagrosas, como las que nos regalaste a la humanidad, con " La última Cena ", por la cual te bendigo, bendito MAESTRO.

Hasta siempre, buen fin.

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