Quédate en casa es la consigna. Es relativamente fácil de cumplir para quienes no tienen la necesidad de salir a trabajar o la obligación por laborar en una actividad esencial. Esta estrategia muy simple será la fuente de muchos cambios sociales y culturales. Sin duda, afectará económicamente a las personas y a las sociedades.

Sin embargo, en algunos sectores poblacionales todavía no hay conciencia de su importancia por múltiples razones, como la inconsistencia inicial de los mensajes gubernamentales -que afortunadamente ya se corrigió- hasta las circunstancias de miseria e inexistencia de instituciones públicas, sociales y religiosas débiles. Esto preocupa por el riesgo de expansión del contagio que representa el hecho que todavía en los lugares abiertos las reuniones de más de 10 personas son frecuentes.

#QuédateEnCasa ha sido promovido desde las instancias gubernamentales, pero en la Federación por razones justificables en cierto grado no han determinado aplicar con mayor rigor la “sugerencia” y han apostado por la madurez de la sociedad. Esto ha provocado una respuesta diferenciada de los gobiernos estatales en la que algunos han endurecido el confinamiento social y otros han sido más laxos.

En un artículo publicado en el blog de Nexos, de Guillermo Cejudo y David Gómez Álvarez, los autores exponen la falta de coordinación entre los dos niveles de gobierno, Federal y local, y la competencia entre las autoridades por demostrar quien emprende la estrategia más adecuada para el combate de la contingencia sanitaria y la consecuente crisis económica. Esta semana se deslizó en la arena pública la posibilidad de que los estados más ricos del país se salgan de la coordinación fiscal, alegando -en palabras del Bronco gobernador de Nuevo León- que los estados productivos están cansados de que el centro regale el dinero a los estados del sur-sureste.

A pesar de las diferencias sobre cual es la mejor estrategia para combatir la pandemia, por cierto, profundizadas por el discurso presidencial, todos coinciden en el #QuédateEnCasa y empieza a generarse consenso en torno al uso del cubrebocas en lugares y transporte público. Ningún gobierno quiere llegar al confinamiento obligatorio o “toque de queda” sanitario, pero eso lo determinarán las circunstancias y la evolución de los contagios.

En este escenario, están los trabajadores de la economía formal e informal, que están en sectores esenciales para la producción y distribución de los bienes y servicios básicos como salud, alimentación, transporte, seguridad y un largo etcétera.

Todos aquellos que deben abandonar #QuédateEnCasa por razones de trabajo, aunque esta idea no sea muy ortodoxa, en caso de enfermarse de COVID-19, deben ser incapacitados por riesgos de trabajo y recibir del IMSS el subsidio por enfermedad de trabajo que equivale al 100 por ciento del salario base de cotización, sin excepción alguna. Si lamentablemente fallece un empleado en estas circunstancias, sus beneficiarias deben recibir las pensiones en los términos de este seguro que tienen montos superiores.

En este contexto, hay que centrar nuestra atención en las personas más expuestas: los trabajadores de la salud que están literalmente en la trinchera, en el frente de batalla contra la pandemia. Hay que señalar que siempre lo han estado. Los médicos, enfermeras y paramédicos son personas, en su mayoría, con amplia vocación de servicio. Es correcto que se haya emitido un lineamiento para reconocer que si resultan contagiados tienen derecho a los beneficios del seguro de riesgos de trabajo (Criterios de clasificación para casos de coronavirus como enfermedad de trabajo, emitida por la Dirección de prestaciones económicas y sociales del IMSS).

En esta epidemia, el IMSS y el ISSSTE han sido ejemplares. Si bien en las redes sociales se han difundido escenas de falta de material de protección del personal, es incorrecto generalizar. Los sistemas de abasto de estos institutos son los más eficientes del sector público con gran cantidad de unidad dispersas en todo el territorio nacional y su capacidad de reacción ante las crisis es extraordinaria. La dimensión de la contingencia seguramente rebasará las camas y equipo disponible, pero la entrega es indiscutible si no te quedas en casa.

Los ataques físicos y verbales al personal por familiares de enfermos del COVID-19 o la difusión de noticias falsas, que pretenden afectar su imagen, son arteros y deben contenerse. El IMSS tiene alrededor de 250 mil médicos, enfermeras y paramédicos. Los conflictos existen, pero son focalizados y probablemente serán superados en la medida que fluya el material para su protección. Todo mundo está consciente que los insumos deben llegar a las trincheras donde están combatiendo la epidemia.

La nobleza de la institución le ha permitido sobrevivir a buenos y malos gobiernos, directores demagogos e indiferentes. El actual es un hombre comprometido y eso ayuda en estos momentos. Seguramente, habrá errores y carencias, pero el ánimo de superar esta emergencia sanitaria no faltará. El bono adicional seguramente lo agradecen, pero no es la motivación para estar ahí junto a la cama del enfermo arriesgando su propia vida y salud. Gracias. Lo menos que podemos hacer es #QuédateEnCasa.

Miembro del Sistema Nacional de Investigadores Nivel I
Doctor en Derecho por la Facultad de Derecho de la Universidad Panamericana.
Maestro en Ciencias Jurídicas por la Facultad de Derecho de la Universidad Panamericana.
Maestro en Derecho por la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México.
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