Entiendo que en México el gobierno tiene otros datos, pero desde mi espacio en la Ciudad de México observó lo que pasa en el mundo con las reacciones a la epidemia del coronavirus y me siento en un lugar fuera de nuestro planeta. ¿Es exageración lo que están haciendo las autoridades sanitarias en China, Japón, Italia, España y la Unión Europea o es irresponsabilidad del gobierno mexicano minimizar el riesgo de contagio masivamente a población vulnerable?

El primer argumento que escuché para no declarar una alerta sanitaria en México fue de índole política. “No voy a actuar como los gobiernos anteriores con acciones excesivas que afectan la economía” o “es una estrategia orquestada por grupos conservadores para afectar las políticas económicas del gobierno”. Ningún conflicto de egos políticos vale una vida humana.

“Serenos, tranquilos, tenemos capacidad para enfrentar esta situación”, afirmó el Presidente en la mañanera, pero son palabras al viento cuando se ve lo que está pasando con el abasto de medicinas, que no existía para el gobierno y la población afectada sufría un verdadero vía crucis para conseguirlas. ¿Estamos realmente preparados para una epidemia en plena transformación del sistema de salud?

Las dudas tienen sustento. AMLO dijo que “México no enfrenta afectaciones económicas, ni financieras”, “el peso cerró con mucha fortaleza este fin de semana” (Blasting News, 17-02-20) y esta semana el mundo, que en el discurso oficial mexicano no existe, expresó con fuerza la preocupación por el COVID-19. El peso se desplomó.

El segundo argumento rayó en el absurdo y consistía en que no había que preocuparse, en la medida que los síntomas de la enfermedad en un individuo portador del virus tardan en manifestarse y, en su mayoría, son leves y sólo un porcentaje requiere de hospitalización y un porcentaje menor fallece. Este razonamiento contrasta con lo que sucede en Asia y Europa que destacan que este comportamiento del virus es el que lo hace potencialmente peligroso, ya que una persona asintomática lo contagia sin que haya un riesgo aparente.

El tercero es de índole burocrática y se reduce a informar que las autoridades sanitarias mexicanas fueron las primeras en responder el llamado de la Organización Mundial de la Salud (OMS), pero las campañas de divulgación de las medidas de prevención arrancaron tarde y lento. Apenas, este lunes se informó que se lanzó un curso en línea para que la población en general, las empresas y el sector salud aprendan sobre COVID-19 (El Financiero, 10-03-20). Con ello se muestra que hasta esta semana, la capacitación en los centros de salud y hospitales en el manejo de los protocolos no había sido atendida en forma generalizada.

La comunicación social del gobierno se reduce a una conferencia de prensa nocturna diaria orientada a las excusas burocráticas y mensajes inconsistentes. “Todos debemos evitar los abrazos y besos al saludarnos, pero el Presidente no corre ningún riesgo si lo hace en sus giras”. ¿Mitigación o contención? Ese es el dilema.

El mundo está pensando diferir o cancelar los juegos olímpicos de Tokio, pero los mexicanos no hemos limitado, ni cancelado ninguna reunión masiva política, deportiva o cultural. Las grandes concentraciones humanas es el mejor escenario para la propagación de las infecciones. Ante la petición de cancelar las conferencias matutinas para evitar contagios la respuesta fue risa, más la frase “brincos dieran”.

¿Cuál es el riesgo sanitario? Que no hay vacunas, ni medicamentos de prevención y combate a esta cepa de virus. Hoy la tasa de letalidad, fallecimientos entre el número de enfermos, subió al 4% en general y el 10% en grupos vulnerables fallece. Estas tasas se registraron en condiciones de atención médica inmediata y un sistema de salud pública robusto. Sin embargo, en Latinoamérica, la respuesta puede ser menos efectiva, en contraste con Europa donde las redes de servicios médicos están más consolidadas y cuentan con mayores recursos.

Nadie quiere alarmar a la población, pero el mundo esta actuando en forma agresiva para prevenir el contagio. ¿Será que en México somos inmunes?

Entonces, ¿qué está esperando el gobierno para alinearse a las políticas sanitarias de contención y actuar con asertividad? Alfonso Romo ya advirtió y no le hicieron el menor caso. Neta, yo sólo quiero que no haya casos de muertes que lamentar por una epidemia no prevenida que ha sido largamente anunciada.

No iba llegar el COVID-19 a México y llegó. Nos informan que no habrá un contagio masivo, y ¿podemos asegurar que no lo habrá? En estos temas ninguna acción sobra. Son vidas humanas en riesgo. Las buenas intenciones de las mañaneras no son una vacuna eficiente en su contra. Además, AMLO forma parte del grupo poblacional más vulnerable, por edad y antecedentes de patologías cardíacas. Por favor, ¡cuídese, señor presidente! ¡No ponga en riesgo su salud! ¡No ponga en riesgo al país!

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