Las hermanas González Valenzuela, encabezadas por Delfina, fueron unas mujeres desalmadas que secuestraron, prostituyeron y asesinaron a más de cien jovencitas que tuvieron la mala fortuna de caer en sus garras encubiertas por una red de complicidades con autoridades en los altos de Jalisco y el Bajío Guanajuatense entre 1945 y 1964, cuando fueron arrestadas y encarceladas.

Los burdeles regenteados por las “Poquianchis” eran muy conocidos en la región y sólo se hicieron públicos los hechos que ocurrían en ese lugar cuando una mujer escapó del cautiverio y denunció lo que sucedía en uno de sus negocios en San Francisco del Rincón al ministerio público en León. Los crímenes incluían abortos clandestinos, trata de personas, lenocinio, tortura y asesinatos crueles, como enterramiento de mujeres vivas, perpetrados por “El Verdugo”.

Jorge Ibargüengoitia, en Las Muertas (1997), noveló esta historia macabra con su inigualable humor sarcástico, carnavalesco, en la que la historia se origina en una venganza fallida de la mayor de las hermanas y su amante contra un ex amante que sobrevive a un ataque de 48 balazos y confiesa diversos delitos cometidos en complicidad con las “Poquianchis” a cambio de que ellas sufran un castigo mayor.

La historia era tan aberrante que ocupó numerosas portadas de la Revista Alarma especializada en la nota roja y famosa por sus reportajes gráficos plagados de cadáveres y frases amarillistas, llamada “la fotonovela mexicana de crímenes y sexo”, que explotaba mercantilmente los prejuicios de una sociedad misógina y machista.

Hoy se ha remasterizado a las “Poquianchis” en la prensa nacional. Las noticias más relevantes, que por supuesto son abordadas en las mañaneras del presidente López Obrador a pesar de su evidente fastidio a tratar este tipo de temas, involucran asesinatos intolerables en circunstancias cada vez más “normalizadas” en comunidades que deben tolerar la presencia pública de criminales “buscados” por las autoridades que nunca son detenidos hasta que sucede algo excepcional que mueve el aparato estatal y, entonces si, sólo entonces, cae sobre ellos la fuerza de la ley.

El cobarde asesinato de dos misioneros jesuitas, Javier y Joaquín de 79 y 80 años, que acudieron al auxilio de un perseguido y a la defensa del recinto religioso, por el Chueca en la Sierra Tarahumara, quien con un grupo de sicarios asolaba a la comunidad de Cerocahui, Chihuahua, muestra una historia similar a la de las “Poquianchis”.

“El Chueco” es un criminal tolerado por las autoridades. No es necesario contar con un aparato de inteligencia policial para ubicarlo, ni conocer a sus cómplices. Sus delitos los cometía a la vista de todos y frente a una policía que convenientemente volteaba hacia otro lado para no ver lo evidente y dejar que operara sin ser molestado en una ofensiva impunidad.

La balacera en Puebla en un centro de vacunación infantil en una fallida venganza contra “La Zorra”, un criminal que ha sido procesado por homicidio calificado, narcomenudeo y robo de vehículo, y que sólo fue herido en el ataque entre decenas de niños que esperaban la aplicación de la dosis con sus padres. Afortunadamente no hubo fallecidos.

La tragedia de los 53 migrantes muertos en San Antonio Texas mientras eran trasportados por coyotes para introducirlos ilegalmente en los Estados Unidos, bajo la protección de una red de complicidades que atraviesa la frontera y penetra en los cuerpos policiacos de ambos lados.

Nada pasa, todo es tolerado hasta que un hecho, generalmente fortuito, hace que lo macabro quede al descubierto y sea imposible ocultarlo o que las autoridades se desentiendan del asunto. Seguramente, en los próximos días caerán muchas personas relacionadas con la operación criminal y sus historias de insania social e impunidad tolerada serán exhibidas y condenadas en todos los espacios políticos hasta que otro tema similar llame la atención y merezca una portada en las revistas de nota roja, que son en lo que se han convertido los principales noticiarios nacionales.

Las “Poquianchis” remasterizadas se expresa con mayor fuerza en la serie documental, “Caníbal, indignación total” producida por la SCJN y estrenada el lunes pasado, que visibiliza la crueldad y locura de un feminicida. “La sociedad tiene que mirar el horror que se vive en su barrio y pedir justicia” declara el Presidente de la Corte, el ministro Zaldívar (El País, 28-06-22) en la presentación de la nueva revista de nota roja institucional.

El “Caníbal de Atizapán” como las hermanas González Valenzuela, las “Poquianchis”, serán una realidad social lacerante hasta que se decida hacer romper con las redes de complicidades criminales en las que las autoridades están involucradas. Coincido con el Senador Monreal que es tiempo de revisar con seriedad la estrategia de “abrazos, no balazos” con eje del combate a la inseguridad y la disminución de los homicidios dolosos.

Investigador del Instituto Mexicano de Estudios  
Estratégicos de Seguridad y Defensa Nacionales 
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