¿Quién va a domar al tigre? En la convención bancaria de Acapulco en 2018, en plena campaña electoral, el entonces candidato AMLO, se presentó ante los financieros como el único político capaz de amarrar al tigre -supusimos que se refería a la furia del pueblo-en caso de que hubiera un fraude electoral.

Dos años después, la coalición del gobierno se fractura por las contradicciones internas y las circunstancias externas que no favorecen al domado del tigre que desató la crisis sanitaria y económica. Entre la incertidumbre que genera la pandemia y la certidumbre de la pérdida de los empleos y la recesión, el pueblo bueno y sabio pierde la confianza en los nuevos políticos.

¿Quién lo va amarrar? ¿Con qué cuerda? ¿Serán los créditos, las tandas o el adelanto de las ayudas asistenciales a los grupos clientelares? El 26 de abril, el Presidente afirmó que se había domado a la epidemia, pero hoy las cifras muestran una realidad distinta y lamentablemente previsible. Más de 6 mil muertes reportadas por COVID 19, según cifras oficiales, esta semana.

En este escenario, uno de los aliados del gobierno -el secretario general interino de Morena- le mete “ruido al chicharrón” y propone la intervención del INEGI en la medición de la concentración de la riqueza con lo que abrió otro frente más de batalla y una relampagueante reacción en la mañanera, negando cualquier apoyo a semejante iniciativa.

La jugada política para exhibir a los privilegiados -algunos elucubran que instrumentada desde el Palacio Nacional- generó inquietud entre la clase media, que considera que sus ahorros son producto de una vida de esfuerzo y que, en su momento, el ingreso con el que los acumularon pagó impuestos.

La declaración presidencial sobre el par de zapatos, raya en el espíritu franciscano misionero que lo embarga, pero que no comparte ni su equipo de trabajo cercano.

El 29 de abril, la CENACE emitió el polémico “Acuerdo para garantizar la eficiencia, Calidad, Confiabilidad, Continuidad y Seguridad del Sistema Eléctrico Nacional”, adicionado con el acuerdo del 15 de mayo de la SENER, que afectan la participación de la inversión de los particulares en la generación de energía eléctrica y otorgan condiciones preferenciales a CFE en el acceso a las redes de distribución. Con independencia de quién tiene la razón en el debate, los empresarios y los gobiernos vinculados con la inversión extranjera en esa industria reaccionaron con fuerza y se profundizó el distanciamiento entre los sectores público y privado, cuando el Presidente los acusó de ser parte del saqueo del país.

En este contexto, el tigre anda suelto, pero herido por la pandemia. La gente está más preocupada por las muertes que se incrementan todos los días -a pesar del supuesto aplanamiento de la curva- y de las consecuencias económicas de este parón económico que está provocando un aumento exponencial del desempleo y que sumirá a 4 millones más de mexicanos en la pobreza, según las cifras del CONEVAL.

Las tendencias de popularidad del Presidente y calificación positiva del gobierno van a la baja, lo que es esperable. Lo que sería extraño es que se mantuvieran altas en las condiciones que vivimos. Esto, se reconozca o no, disminuye la capacidad para “domar” al tigre, más aún cuando hay fisuras en la coalición gobernante, se han roto amarres con aliados como Carlos Salazar de la CCE y la política de confrontación es permanente.

Los últimos años han sido una constante venta de esperanzas que son financieramente inviables e insuficientes para cumplir con las expectativas generadas. En la medida que la crisis económica haga estragos en el bolsillo de la clase media y en el estómago de las personas que viven en la pobreza multifactorial el enojo será creciente y seguramente se canalizará contra los políticos del pasado.

El efecto calmante de la persecución de la corrupción neoliberal será transitorio y, tal vez, ayude a ganar las elecciones intermedias (2021), pero los estragos de la pandemia no serán superados con la rapidez que todos quisiéramos. El tigre aún herido por la pandemia seguirá sediento de sangre y dispuesto a cobrarse los agravios ancestrales que todos los días recuerda el discurso gubernamental.

El tigre -en palabras de AMLO- está ahí. Anda suelto. ¿Quién será el domador? ¿qué le van a ofrecer los hoy poderosos para contenerlo? Ramírez Cuellar ofrece la vía de un Estado de Bienestar que identifique la riqueza concentrada a través del INEGI para eventualmente repartirla. ¿Todos los integrantes de la coalición gobernante están de acuerdo con esta estrategia? ¿La vía es profundizar las contradicciones sociales y azuzar al tigre? Esperemos que tengamos la inteligencia social para superar los rezagos sin recurrir a la intolerancia y evitar su efecto inmediato que es la violencia. Vale.

Secretario del INAP
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