A finales del año 2020, la deuda neta del sector público federal rondaba los 12.13 billones de pesos. Tal monto, un poco mayor que doce millones de millones de pesos, ¿es mucho o es poco? Pues, depende. Para la economía estadounidense esa deuda pública sería casi insignificante. Para la economía guatemalteca, por otro lado, ese monto sería exhorbitante, tanto así que un solo pago de interés anual por esa deuda podría arruinar al país.

Es por ello que en cuestiones de préstamos siempre hay que tomar en cuenta la capacidad de pago de quien pide prestado. En el caso particular de las naciones, tal capacidad se estima, de manera un tanto burda, mediante el cociente de la deuda pública y el producto interno bruto (PIB) del país en cuestión.

En ese sentido, la deuda del sector público mexicano representó el 52.4% del PIB al cierre del 2020. ¿Es tal porcentaje alto o bajo? Pues, otra vez, depende. En términos históricos, ese porcentaje es muy alto. La pandemia le añadió 7.3%, dado que la relación deuda-PIB era 45.1% en 2019. Subió en 2020 no solo debido a la contratación de más deuda (es falso que no hubo tal), sino también a la depreciación del peso (lo que incrementa el valor de la deuda externa) y a la pronunciada caída del PIB sufrida el año pasado. Uno tiene que remontarse hasta el siglo pasado para encontrar adeudos, relativos al PIB, que son mayores.

Ahora bien, si uno compara esa relación deuda-PIB con la existente en algunos otros países, la cifra no parecería a primera vista elevada. Palidecería, por ejemplo, ante los actuales porcentajes de Japón (alrededor de 235%), Italia (135%) y España (125%). Bueno, quizás piense uno entonces, no estamos tan mal al final del día. Desgraciadamente todo depende, una vez más, del cristal con que se mira.

El caso japonés es muy ilustrativo al respecto. El porcentaje de su deuda pública respecto al PIB es más de cuatro veces el nuestro. No obstante, en términos de su presupuesto público, los intereses y las amortizaciones anuales que Japón hace para servir su deuda representan una fracción menor que la correspondiente para México.

Hay dos razones para ello. La primera es que, como porcentaje del PIB, el presupuesto público con que cuenta Japón es significativamente mayor que el de México (sus ingresos tributarios son sustantivamente más altos). La segunda razón, aún de mayor peso, es que las tasas de interés que paga Japón por su deuda son muy pequeñas comparadas con las nuestras. Como en el caso de los Estados Unidos, el ser una potencia económica, y representar por ello poco riesgo, tiene grandes ventajas financieras.

Vale la pena precisar, finalmente, que la deuda pública no solo se reduce al ámbito federal. Los estados (y los municipios) también pueden endeudarse. Tlaxcala no tiene pasivo alguno, simplemente porque su constitución prohíbe al gobierno endeudarse. Querétaro, de manera sumamente ejemplar y quizás inédita en México, está a punto de extinguir todos sus adeudos. Por otro lado, en relación con su PIB estatal, los estados con mayores cargas de deuda pública, debido parcialmente a la corrupción de administraciones pasadas, son Chiapas, Chihuahua y Quintana Roo.

Profesor del Tecnológico de Monterrey