La extensión territorial de China es apenas un 2% mayor a la de Estados Unidos, alrededor de 9.6 contra 9.4 millones de kilómetros cuadrados. Por otro lado, ya en 2018 el producto interno bruto de China fue 23% mayor que el de Estados Unidos, alrededor de 25.3 contra 20.5 billones de dólares. Estas cifras recientes son del Fondo Monetario Internacional, quien usó como base de comparación la paridad del poder adquisitivo. Como debiera ser, pues los ingresos relativos entre dos países deben ser medidos por la capacidad de compra de bienes en cada uno de ellos, y no por conversiones mecánicas usando el tipo de cambio.

Así pues, más nos vale entender a todos que la hegemonía económica del país vecino se ha esfumado. Ya se fue. Aunque, por supuesto, el PIB per cápita de China sigue siendo mucho menor que el de Estados Unidos, pues la población del primer país es 4.3 veces mayor que la del segundo. Dicho sea de paso, y para hacer un paralelismo interesante, se puede mostrar con la misma metodología que ya en 2018 el PIB de México fue 7% mayor que el de Italia, pero con una población 2.1 veces mayor.

Volviendo al tema, es una verdad de Perogrullo que nuestra economía está atada de manera muy estrecha con la de Estados Unidos, y que lo seguirá estando en el corto, mediano y, quizás, largo plazo. Por esa razón la creciente disputa económica que se está dando entre China y Estados Unidos tiene mucha relevancia para México. Por ejemplo, este año las exportaciones chinas a Estados Unidos han comenzado a reducirse de manera notable mientras que las mexicanas están repuntando.

La suma de las exportaciones e importaciones entre Estados Unidos y México excederá en 2019, de manera clara, a la suma correspondiente entre Estados Unidos y China. Le parezca bien o no al presidente estadounidense Donald Trump, México es ya el mayor socio comercial de su país en todo el mundo. Aunque, para el enojo seguramente del señor Trump, el comercio entre los dos países se desbalancea más año tras año: no es improbable que el superávit comercial de México con Estados Unidos cruce la barrera de los 100 mil millones de dólares en 2019.

Lo que ahora podría comenzar a perfilarse, el ascenso de México como un gran país exportador, parecía inevitable en la segunda mitad de los noventa. Tras la entrada en vigor del TLCAN en 1994, las exportaciones mexicanas hacia Estados Unidos comenzaron a crecer de una manera que parecía imparable. Pero China entró como miembro de la Organización Mundial de Comercio a fines de 2001, y de allí en adelante ese país se convirtió en, para decirlo en mexicano, nuestro coco. Al contrario del resto de América Latina, cuyas economías son complementarias a la china pues aquéllas son exportadoras de materias primas y ésta de manufacturas, México compite desde entonces de manera frontal con China. Y así nos fue: mientras que en 2001 México exportaba a Estados Unidos 28% más que China, ya para 2018 ésta exportaba 56% más que México.

Hoy, al parecer, la situación podría comenzar a cambiar. Por una segunda ocasión, la que quizás sea la última, podríamos revertir la tendencia a la baja mencionada antes para volvernos un país realmente competitivo en la arena mundial. Esto requerirá, sin lugar a duda, una gran capacidad de respuesta por parte de todas las empresas radicadas en México, sean éstas nacionales o extranjeras. Esto requerirá, sin lugar a duda, un nuevo esfuerzo de los trabajadores mexicanos. Esto requerirá, sin lugar a duda, un replanteamiento de la misión de las universidades mexicanas, sean éstas públicas o privadas. Esto requerirá, también sin lugar a duda, que el gobierno fomente de una manera visionaria e inteligente la ciencia y la tecnología en México.


Profesor titular del Tecnológico de
Monterrey

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